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Los saris son el color de la India 122 (2011). El palacio de la Ciudad: un laberinto de salas.


 

Una puerta flanqueada por pinturas de un elefante y un caballo rampante conducían al patio de Ganesh (Ganesh Deodhi), construido en 1620 por Karan Singhji. Cada príncipe había dejado su huella en el conjunto palaciego para memoria de su buen nombre.

El siguiente patio en la sucesión que conformaba la estructura del palacio de la ciudad, Rajya Aangan, el patio real, tenía un significado especial al ser el lugar del encuentro entre el fundador de la ciudad y el ermitaño que le convenció para que se edificara aquí la nueva urbe. Era el patio más antiguo y donde se celebraban las coronaciones. También donde se administraba justicia. Un poco deteriorado, exhibía bustos y fotos de los antiguos soberanos. Aunque inicialmente estaba destinado a la zenana, posteriormente pasó a formar parte de las estancias del príncipe o mardana.



Las colecciones del museo eran interesantes. A la habitual colección de armas se unía una excelente colección de pinturas. Dedicamos unos instantes a observar aquellas obras refinadas y precisas.

El otro gran atractivo de las estancias y patios eran las vistas. Desde lo alto, se apreciaba la estructura del palacio y se tenía acceso al lago. Esa panorámica era espléndida y llegaba hasta las montañas. La isla del Lake Palace era la más cercana. Con el telón de fondo de las montañas se delineaba otra isla con su palacio. Más cerca, los tejados y terrazas de las casas de la ciudad.

La influencia persa se hacía notar en Chandra Mahal. Sus arcos polilobulados hacia el patio principal ofrecían buenas panorámicas. No había mobiliario. En una de las paredes habían tallado dos árboles de la vida que aún conservaban cristales de colores. Las celosías de piedra eran llamativas. El Lakha Gokhda era el sillón de mármol blanco junto a las celosías.



-¿Te das cuenta de que estamos en un laberinto de nombres, salas y reyes?-le planteé a mi tío con la conciencia de estar a punto de perderme. Menos mal que unas flechas marcaban el sentido del recorrido.

-Sí, es cierto, se acumulan los apelativos sonoros, extraños, sin sentido.

La regla general era que un elemento se convertía en protagonista de cada sala: un color, los espejos, el viento, la persona que mandó construirlo y que probablemente apenas disfrutó. Esos nombres y elementos se juntaban a los de otros palacios anteriores y formaban un caos en la mente. Sin un plano y unas buenas notas era imposible hacerse una idea. El plano y las notas los encontré en la famosa caja de mi tío.

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