No nos entretuvimos demasiado en observar el
exterior. La lluvia volvía a aparecer y el interior del templo Chaumakha, dedicado
al primer tirthankara, Adinatha,
ofrecía cobijo. Sin embargo, habíamos captado su estructura de cuatro caras.
La planta cuadrada formaba con las cuatro entradas una cruz griega. Las columnas que lo sustentaban, una enorme cuadrícula. Las cuatro caras simbolizaban las cuatro direcciones y el cosmos.
Subimos las escaleras hasta una de las entradas que ocupaba el centro de uno de los lados. El templo estaba abierto por los cuatro costados. Inmediatamente encontrabas un amplio espacio coronado por una cúpula finamente tallada. Ningún espacio de las columnas, dinteles y techos quedaba exento de ornamentación.
Los datos que facilitaban eran impresionantes:
una plataforma de
El arquitecto Deepak dotó al templo de un juego de luces y sombras que acompañaban al visitante. El día oscuro por la lluvia lo hacía más violento. La combinación de espacios abiertos y cerrados, de patios y columnas, de la esencia divina con la piedra terrenal aportaba un toque mágico que se vivía al caminar en silencio con la mente ausente de preocupaciones. ¡Nissahi!-exclamamos.
Los turistas estaban demasiado concentrados en fotografiarse para apreciar el valor del lugar. Buscamos las zonas de menos afluencia, huimos de las hordas invasoras. Por momentos, lo conseguimos.
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