Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Los saris son el color de la India 106 (2011). Mehrengarh: música y visitantes locales.


 

Descansamos en una sala donde unos músicos interpretaban armonías tradicionales. Nos tumbamos, cerramos los ojos y nos trasladamos a los tiempos de esplendor. Después de su interpretación charlamos brevemente con ellos. Una de las piezas que habían interpretado era una raga, muy parecida a una granadina, según nos comentó uno de los músicos en una suave voz. Las vinculaciones entre la música española y la india eran mayores de lo que nosotros pudiéramos imaginar. El nombre de Ravi Shankar, el gran músico que introdujo el sitar en occidente y que convivió con los hippies, ocupó otro momento de la conversación.


Nos acompañó a lo largo de toda la visita un grupo de visitantes locales formado por señoras con sari, niños y campesinos. El turismo local era abundante y colorido. También bastante ruidoso.

La zenana era el lugar donde vivían las mujeres y los niños. Entramos en esta zona del palacio que sólo podían visitar los parientes masculinos más cercanos. Las esposas, concubinas y mujeres del harén realizaban una vida en común que abarcaba un cuidado de los niños por parte de todas las mujeres, como si todos fueran de todas. Era una jaula dorada que hubiera provocado claustrofobia a una mujer moderna pero que era aceptado por quienes siempre habían vivido de esta forma. Era un mundo en sí mismo, con su propio servicio e intendencia, cocinas y cocineros, templos y jerarquía. Con la llegada de los británicos se pobló de institutrices de aquel país para educar a la tropa infantil y se relajaron las costumbres del purdah o reclusión.


 Dicen que los príncipes sentían un mayor cariño por las personas del servicio que les educaban y atendían que por sus padres, a los que veían únicamente como mandatarios desprovistos del cariño que les impedía su posición.

En una de las estancias de la zenana, Zhanki Mahal, observamos una colección de cunas principescas con unos adornos bastante historiados y figuras que seguramente asustaron a sus ilustres usuarios. La sala estaba rematada con unos hermosos techos blancos con adornos azules.


 Shish Mahal brillaba por los espejos incrustados en los muros. No faltaba una sala igual en ningún palacio. Esta quizá cumpliera funciones de sala de recepciones.

Pasamos al patio del Holi, con una plataforma de mármol blanco, y al último patio, el Zenana Deodi. La visita del palacio había terminado.

En el otro extremo, cercano a la Fatehpol, la puerta de la victoria, que conmemoraba la victoria sobre los mogoles, estaba el templo de Chamunda Devi, dedicado a Durga. Una señora vestida con el tradicional sari, cuidaba de los cántaros cerca del ala de Selim. El espacio era amplio.

En el café Mehran repusimos líquidos y descansamos. Era la hora de comer.

 

0 comments:

Publicar un comentario