El actual maharajá nació en 1947, cuando la época
de los príncipes de la India tocaba a su fin. Su padre murió en 1952 y heredó
un título prácticamente vacío de contenido. Se marchó a estudiar a Inglaterra y
cuando regresó se encontró con la supresión de sus privilegios y de la
asignación para sus gastos personales que se consignaba en los presupuestos de
la India en compensación por la pérdida de ingresos al perder el control de la
recaudación de impuestos. En muchos casos, esta medida supuso la ruina de los
príncipes, que abandonaron sus propiedades al no poder mantenerlas.
Cuando regresó a su reino, el palacio se encontraba en una situación lamentable. Estudió cómo recuperar ese patrimonio para el pueblo y fundó el Mehrengarh Museum Trust que se ocuparía de gestionarlo. Eso salvó el lugar y sus colecciones.
Nos asomamos al exterior. Unos cañones se habían quedado rezagados en esta época de paz. Apuntaban a la ciudad, un mosaico de pequeñas figuras ininterrumpidas en un abigarrado espacio. A la izquierda estaba Jaswant Thada. Las murallas se prolongaban a ambos lados. Y, más lejos, la muralla de la ciudad que abarcaba un perímetro enorme. Un espacio sin habitar quedaba entre ambos muros.
El lugar era una yuxtaposición de palacios, aposentos, salas y galerías. El emperador Aurangzeb lo ocupó en 1678 y, posteriormente, sufrió importantes reformas y reconstrucciones.
Thakhat Singh, que reinó entre 1843 y 1873, dejó su huella en unos aposentos que llevan su nombre. Dicen que tuvo treinta maharanis. La estancia era blanca y luminosa y el techo estaba lacado y lucía curiosos adornos de Navidad. Hermosas pinturas adornaban los muros.
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