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Los saris son el color de la India 103 (2011). Mehrengarh: puertas y patios.


 

Los muros se prolongaban hasta una plataforma que se asomaba hacia el norte y hacia un compacto grupo de casas azules apiñadas en un breve espacio. Un templete aislado, el chhatri de Kiratsingh Jodha, se erigió sobre el lugar donde murió un soldado en la guerra de 1806 contra Jaipur.

Ofrecían la posibilidad de deslizarse desde las alturas de la fortaleza hasta la ciudad vieja realizando tirolinas. Hubiera sido bastante divertido. Deberá quedar para otra vez.



Regresamos hasta Lohapol o puerta de hierro y la Suryapol o puerta del sol. Los balcones y ventanas del palacio parecían sentir curiosidad por los visitantes y salían de los altos muros. Hacían sentir pequeño e indefenso a quien los contemplaba. No me hubiera gustado ser enemigo de las tropas de esta fortaleza.

Un patio quedaba encajado entre los muros del palacio. Era el Singhar Chowk. En él se celebraban las audiencias públicas. El asiento de mármol que contemplábamos se utilizaba para las coronaciones desde el siglo XVII. Las estancias que lo rodeaban eran las salas del museo. Acaparaba howdahs, sillas para elefantes, palanquines y andas, medios de transporte tradicionales y ceremoniales. Eran de una sofisticación y riqueza impresionantes. Estaban adornados con metales nobles, ricas telas, parasoles, leones que simbolizaban el poder. Los que utilizaban las mujeres eran cerrados. Mahadol era un palanquín trabajado en oro y plata que el emperador mogol Sha Yahan regaló a Jaswant Singh I, aquel que murió por el empecinamiento de su esposa en que fuera un héroe.



El patio merecía una contemplación sosegada. La parte baja estaba pintada de amarillo suave mientras que los pisos superiores mostraban ventanas y balcones de refinada maestría en piedra. Aún seguíamos admirando aquellos trabajos sofisticados que convertían lo militar en una residencia palaciega.

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