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Los saris son el color de la India 92 (2011) Osiyan, el emporio olvidado.


 

El manto del olvido cubrió sin piedad esta ciudad que fue un importante centro comercial entre los siglos VIII y XII. Los Oswal Jain, grandes comerciantes, dominaron la ciudad tanto en lo mercantil como en lo demográfico. Como herencia quedaba un mercado animado aunque intrascendente y unos templos jainistas e hinduístas. Una mole fortificada alojaba los más importantes.

Cuando tuve la oportunidad de revisar las notas de mi tío, nuestras fotos y lo que pude encontrar en Internet, me entró la duda de si exploramos la totalidad de los templos que se anunciaban en la guía y que comentaban otros viajeros. No quedaba rastro en nuestros materiales del templo dedicado a Mahavira, que construyó el rey Vatsaraya, de la dinastía Gurjara Pratinara. Las inconfundibles figuras de los thirtankaras, a las que nos habíamos acostumbrado en los últimos días, no aparecían en los registros ni en nuestra memoria. Probablemente fuera alguno de los templos aislados entre la vegetación que contemplamos desde lo alto de los muros que acogían el templo de Sachiyamata, del siglo XII, dedicado a la madre de la verdad, novena y última reencarnación de la diosa Durga, la diosa guerrera. En el Mahabarata encontré esta adoración a Durga-Devi:

Oh tú que concedes todos los favores,

tú que igualas a Krishna,

Diosa virgen

y casta dueña de los mundos,

tú de cuerpo brillante como la aurora,

de rostro resplandeciente como la luna en majestad,

nosotros te adoramos, Gran Diosa,

Oh Señora de los Dioses,

nos prosternamos a tus pies

muéstranos la Verdad,

Durga-Devi, Refugio de las criaturas,

dígnate revelarte ante nosotros.

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