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Los saris son el color de la India 89 (2011). Recuerdo de quien desea recorrer el mundo.

 


En cuanto tomamos el desvío hacia Osiyan, la carretera empeoró considerablemente. Muchos tramos estaban en obras y ralentizaban el avance. También cambió el paisaje, más verde, más dominado por los regadíos. Las obras de ingeniería del siglo pasado habían transformado la tierra y los oasis se habían prolongado en el espacio.

Encontramos nuevos peregrinos armados con sus estandartes. Lo curioso es que la carretera estaba poblada con montones de zapatillas abandonadas por los caminantes. Cualquiera sabe qué significado tendría ese dato, porque no era normal que se hubieran roto todas al mismo tiempo.

Recuerdo ahora un texto de Gandhi sobre esos peregrinos que se convierten en una constante del paisaje y del viaje: “En la India existe un tipo de hombre muy peculiar que se complace en tener las menores necesidades posibles. Cuenta con una escudilla y una cuerda para sacar agua de los pozos. No necesita nada más. Anda a pie diez o doce millas diarias”. Para nuestra mentalidad europea y consumista esa tipología es impensable, mientras que en este país es honorable y objeto de culto. “La masa que come la hace sobre un trapo, luego junta unas ramitas para hacer feugo y la cocina sobre el rescoldo. Eso se llama bati. El sabor que le encuentra no proviene del gusto que tiene sino del apetito de la faena honesta y el contento de la mente.” Es un hombre espiritual, ajeno al mundo materialista, cercano a Dios. “Ese hombre tiene a Dios por amigo y se siente más rico que cualquier rey o emperador. Dios no es amigo de quienes codician interiormente las riquezas de los otros.” Por eso, “la verdadera felicidad se produce sólo en el contento y la camaradería de Dios”. Una gran lección de esos caminantes de nombres desconocidos.

Estábamos en chaturmas, un tiempo sagrado entre julio y octubre que se dedicaba a la penitencia, al ayuno, al baño en ríos sagrados. Coincidía con la época de los monzones, de las lluvias, con el momento de nuestro viaje. Probablemente aquel momento captaba la fuerza de los peregrinos y los arrojaba a la carretera para crecer espiritualmente. Un fenómeno más de la religiosidad de la India.

La única altura del horizonte, que rompía la continuidad de la llanura, estaba rematada por una shikhara erguida y solitaria.

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