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Los saris son el color de la India 88 (2011). El sistema de castas II.


 

Había leído sobre este aspecto en "Esta noche la libertad", de Dominique Lapierre y Larry Collins. La caída del imperio mogol en el siglo XVIII provocó un renacimiento hinduista y sangrientos conflictos que abocaron a la Partición y a un odio enquistado.

En aquel libro también encontré un interesante texto sobre los intocables, los hariyans, los hijos de Dios, como los denominará Gandhi. A mediados del siglo XX eran la sexta parte de la población. Se les reconocía por su piel más oscura, por su sumisión y por su pobre atuendo. Hice memoria para comprobar con cuantos me había cruzado.

“La designación de intocables expresaba el temor de los demás hindúes a contaminarse con su contacto, lo que habría exigido la purificación ritual. Se decía que la misma huella de sus pasos profanaba las calles habitadas por ciertos brahmanes. Un intocable debía apartarse cada vez que un hindú de casta se cruzaba con él, a fin de no mancillarle con su sombra. Ningún hindú de casta podía comer en presencia de un intocable, beber el agua que él había extraído, utilizar un utensilio que él había rozado. La entrada en numerosos templos les estaba prohibida a los intocables. Sus hijos no eran aceptados en las escuelas. Hasta en la muerte continuaban siendo parias. No tenían acceso a las piras funerarias comunales".

Después de leer ese texto quedabas impactado por esa forma de segregación social. El único privilegio que les concedían era poder comer la carne de las vacas sagradas muertas a consecuencia de las epidemias o enfermedades, muy caritativo por su parte. Quizá les condenaba a morir de esas mismas enfermedades. Por cierto, esos cadáveres pertenecían por derecho a los poceros de los pueblos.

Cierta venganza por la condena al ostracismo social sobrevino durante las luchas que trajo la Partición. Como eran los encargados de la limpieza de las letrinas, su liquidación por una u otra facción hubiera generado un grave problema de salud pública, por lo que se les concedió un distintivo que les hacía nuevamente intocables, esta vez a las matanzas.

Hoy el estado se preocupaba de ellos. Se habían instaurado cuotas para intocables. Se reservaba el 50% de las plazas en universidades públicas a los intocables, tribus y pobres.

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