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Los saris son el color de la India 82 (2011). Estancias del fuerte.


 

Una sala tenuemente iluminada guardaba uno de los tesoros: el gadi o trono de plata adornado por leones, los singh, símbolo del poder real. Todo un lujo.

Un nuevo patio y el Tri-polia Mahal, una exhibición de filigrana en piedra, nos permitió asomarnos sobre la entrada al fuerte y la ciudad. Sobre los muros permanecían las piedras redondas que se arrojaban sobre los invasores.

El interior de las estancias palaciegas era muy distinto al de los palacios occidentales. El severo clima imponía un mobiliario escaso, tan sólo un baúl para guardar los objetos. La decoración consistía en telas, alfombras, cojines y tapices. Las sillas llegarían con los británicos. En los dormitorios, las camas eran de oro, plata o madera según la categoría de su ocupante. Los nuevos señores de Europa impusieron nuevos gustos.


 Por supuesto, no faltaba el Diwan-i-Am, la sala de audiencias públicas, ni el Diwan-i-Khas, la sala de audiencias privadas, para recibir a los personajes importantes. Para trasladarse, el príncipe utilizaba un glorioso palanquín que exaltaba su poder sobre los súbditos. Se exhibía tras un cristal en un patio de suelo ajedrezado.

La siguiente parada eran las estancias construidas por Gaj Singh en la primera mitad del siglo XIX. El balcón era una maravilla. Sin embargo, el tamaño de la estancia era pequeño para la habitación de un príncipe.


El servicio de palacio era inmenso. Varios centenares de sirvientes se distribuían las tareas con la peculiaridad de que sólo realizaban una única función. Así, el que limpiaba el caballo era distinto de quien le daba de comer o quien lo ensillaba. El rígido sistema de castas imponía esta distribución. Una tropa de jardineros, barrenderos, mucamas, amas de llaves, guardias, cocineros, encargados de los establos y los almacenes, músicos, bailarinas, bufones, profesores, astrólogos y todo lo que uno pueda imaginar, trabajaban en el interior del palacio a las órdenes de mayordomos y jefes de cada sección. La intendencia era tremenda. No es de extrañar que fuera del palacio y en el interior del fuerte vivieran esos sirvientes.

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