Los templos jainistas del fuerte tenían fama de
ser espectaculares. Estaban entre los mejores de esta religión. Nuevamente, el poder
económico de los jainistas daba lugar a obras maestras.
El primer grupo lo formaban los templos de Kikhabdev y Chandraprabhu. Estaban coronados con shikharas escalonadas. En lo alto, unos banderines se agitaban. En el exterior no había esculturas. Subimos las escaleras que salvaban la altura del plinto o adhisthana y atravesamos el pórtico. Nuestra impresión era que adoptaban las estructuras básicas de los templos hinduistas, aunque con algunas particularidades. En el interior, esa estructura formada por el mandapa, el antarala y el recinto interior estaba rodeada por un muro que acogía las esculturas de los thirtankaras o profetas. Cuando preguntamos al sacerdote, nos explicó la conjunción de estilos. Ya que el príncipe hinduista permitía la construcción de un templo jainista, la parte exterior se cubría con iconografía hinduista y la interior con la propiamente jainista. Incluso en algunos lugares los fieles de ambos cultos compartían recinto sagrado.
La mandapa era una sala hipóstila, rodeada de gruesas columnas muy decoradas. Por encima de la base estaban cubiertas de hermosas bailarinas.
A partir de aquí todo el perímetro estaba repleto de figuras fruto de un extraordinario trabajo. Buscamos los espíritus femeninos que simbolizaban la prosperidad de la fertilidad, las yakshis o yakshinis. En el jainismo, estos seres mitológicos eran veinticuatro, mientras que en el hinduismo llegaban a treinta y seis. También eran aceptadas en la iconografía budista. Eran voluptuosas, lo que se podía aplicar a muchas de las figuras. En su entorno aparecían animales, como elefantes o dragones. O shardulas, combinaciones de caballo y león o de caballo y elefante. Simbolizaban la victoria de la sabiduría sobre la ignorancia.
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