El haveli más
espectacular era el Salam Singh-ki-haveli, en pie desde hacía unos 300 años.
Salam Singh fue un primer ministro con fama de injusto. Su padre, que fue su predecesor,
había muerto asesinado. El le vengó. Cuentan que a él se debió el éxodo de los
paliwal, una tribu que se cansó de su maltrato.
El dueño estaba en la entrada encargado de cobrar los tickets. Nos ofreció un guía, aunque lo rechazamos, como otras veces.
El interior estaba bastante deteriorado. Lo importante eran los balcones superiores, perfectamente tallados. Desde ellos, las vistas se prolongaban hasta el desierto. La ciudad era accesible y el fuerte se mostraba intimidatorio. Las antenas parabólicas y los aparatos de aire acondicionado devolvían al presente. La luz que penetraba por las celosías estaba debilitada por el inicio de la caída del sol.
Uno de los balcones había perdido un lateral. Otro, con sus tejadillos bengalíes, era admirado por un grupo de estudiantes occidentales. Era una filigrana en piedra. En el interior, quedaban algunos restos de pintura al fresco que en su día decoraban los muros.
Para regresar, tomamos el mismo camino de la ida. Cerca del fuerte nos cruzamos con una chica andaluza cargada con una pesada mochila. Nos preguntó si llevábamos muchos días en la ciudad para saber si era necesario aire acondicionado en la habitación. Sus experiencias previas habían sido deprimentes. La guía contaba que refrescaba por la noche pero hasta aquel momento nosotros habíamos dormido con el aire acondicionado a tope. Reflexionamos sobre esa forma de viajar. Estaba claro que nos habíamos aburguesado y que no seríamos capaces de sufrir como aquella chica.
En el hotel nos dimos un baño en la piscina cuando la mayoría de los huéspedes salía para la puesta de sol. Una tormenta torrencial les estropeó a ellos el atardecer y a nosotros el baño.
Cenamos pronto, a las 8, antes de que entrara en el comedor el grueso de los grupos. Brocheta de pollo, pollo a la Masala, naan y naan con ajo. En el bar contiguo tomamos una copa. Las tripas de mi tío empezaban a tener reacciones preocupantes.
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