A la sombra, al otro lado de la calle, dos
catalanas que conocimos en el fuerte de Bikaner escuchaban las explicaciones de
un guía local. Nos alegramos de verlas y las saludamos. Penetramos en el patio.
Los vecinos estaban acostumbrados a estas violaciones de su intimidad.
Las vacas transitaban con toda normalidad. En alguna ocasión se plantaban en medio de un callejón estrecho e impedían el paso. Podías pasar por encima de ellas sin peligro. Aunque, mejor no provocar. Las condenadas habían sembrado de excrementos el trayecto. Junto con el barro provocado por las últimas lluvias formaba una pasta indescriptible. A ello había que unir el sistema de desagüe, bastante primitivo, que echaba una peste tremenda.
Atravesando el laberinto, alcanzamos la zona comercial, Gandhi Chowk y el mercado de Bhatra. Al este quedaba el bazar Sardaar. En una plaza, el mercado de verduras mostraba tomates, pepinos y pimientos de color vivo. También había algún cyber café y muchos carteles pegados en las paredes. El cartel del Hotel Giriraj Palace podía ser utilizado como referencia para orientarse. Así llegamos hasta el fuerte.
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