Los fustes de las columnas simulaban plantas,
tallos o esas flores de loto cerradas por la puesta de sol. La simbología
cósmica se había apoderado de la sujeción del palacio.
-Sus colores, rojo, blanco y azul, son emblemas de la Trimurti, los tres aspectos de la divinidad: rojo para Brahma, el creador; blanco para Shiva, el destructor, el color del luto; y azul para Vishnú, el preservador, el que sostiene el mundo.
Me fijé en la pigmentación de las columnas para adivinar esa traslación divina a los colores de la sala.
-El fruto con forma de campana era el místico Hiranyagarbha, el útero del universo, el germen de los innumerables mundos aun sin nacer. El loto es el asiento y el escabel de los dioses, el símbolo del universo material y de las esferas celestiales sobre él. La flor de loto abierta simboliza el sol, es un emblema solar. La hoja del loto sugiere el arco de herradura. Las cúpulas budistas e hinduistas imitan el fruto del loto con forma de campana.
Desde entonces estuve más atento para detectar esa simbología en la decoración de templos y palacios.
Para tamizar la cruda luz del desierto se había dotado a las ventanas del palacio de vidrieras de jade, de alabastro, de ámbar y de topacio. El efecto cromático era singular y relajante. El furor del sol se transformaba en acariciantes sensaciones visuales.
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