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Los saris son el color de la India 49 (2011). El fuerte de Bikaner.

 


El perímetro de las murallas era de 986 metros, con 37 bastiones. Nunca fue conquistado. Entramos por la Surajpol o puerta del sol y nos asediaron los guías, ávidos de una presa. Empezábamos a acostumbrarnos a esas breves escaramuzas en cualquier lugar. Aunque aquí la confusión era mayor. Al pagar la entrada se informaba de que no se podía realizar la visita sin un guía. La entrada daba derecho a ir con los guías del trust o fundación que lo gestionaba. Quien acudía con su propio guía no necesitaba de ellos y podía marcar el itinerario y el ritmo que quisiera. Sin embargo, una vez que pasabas al primer patio, el guía oficial se piraba, lo que daba lugar a un gran desmadre. Cuando un guía de habla francesa le dijo a mi tío que no podía estar en una sala porque la visitaba su grupo, mi tío montó en cólera y le espetó en perfecto francés la queja de la pésima organización. Tan vehemente estuvo que nos acogió en su grupo.



Mi tío me explicó cuál era la estructura de los palacios incrustados en los fuertes. Siempre había una zona de acceso público, el Diwan-i-Amm, donde cualquier súbdito podía plantear una petición o queja al soberano. Una segunda zona estaba destinada a los apartamentos privados del príncipe. La tercera era la zenana, donde vivían las mujeres, prácticamente un palacio autónomo del que ocupaba el maharajá. Hasta disponía de su propia cocina independiente. Con el tiempo, estas estructuras se complicaban y multiplicaban, se reformaban y embellecían.

En Junagarh, la parte baja era de estancias amplias y bien decoradas, y de estancias cuadradas, pequeñas y oscuras en la parte alta. Sin un plano que sirviera de referencia, atacamos las salas y los patios según nuestra intuición y los flujos de visitantes. Describir las bellezas del lugar sería demasiado largo.

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