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Los saris son el color de la India 43 (2011). Havelis y pinturas.

 


Siguiendo las indicaciones de la guía fuimos comprobando la estructura de los havelis. El portón de entrada era lo primero que abrumaba al visitante. Debía ser lo suficientemente grande como para permitir el acceso a lomos de un caballo o un elefante y ser representativo del potencial económico de sus habitantes. De aquí se pasaba a un primer patio, el de los varones o mandapa. Para recibir a los invitados, a un lado del patio, un salón, llamado baithak. Estaba bien decorado, nuevamente, para causar buena impresión. Al seguir el sistema de purdah -traducido como reclusión- que impedía el acceso a la zona de las mujeres, este salón era en muchas ocasiones el único lugar al que podían acceder los que no eran de la casa. La comunicación entre la zona pública y las mujeres se realizaba a través de galerías que les permitían ver sin ser vistas, una solución general en estas mansiones y en los palacios. Esas galerías se denominaban duchatta. Las habitaciones o el espacio para las mujeres era la zenana.



Esa estructura básica podía complicarse con varios patios, con varios edificios para varias mujeres, con varias alturas. El excelente trabajo en puertas y ventanas y los omnipresentes murales eran otro de los rasgos habituales.

Nos dirigimos al noroeste, plano en mano, hacia los havelis de la familia Goenka. Dimos por hecho que eran los antepasados de los potentados del grupo RPG Enterprises, de Calcuta. Uno de esos palacetes era doble para albergar a dos familias de hermanos. En un breve espacio nos topamos con el Singhasar, el Murmuria, de 1930, y el Hanuman Prasad Goenka Haveli. Todos estaban cerrados, todos con admirables pinturas y todos bastante deteriorados.

Hacia el sur o girando a la izquierda desde donde estábamos, oteamos el pozo de Harlalka. Más allá, otro grupo de havelis: Jhunjhunwala, Mohan Lal Saraf, Gulab Rai Ladia (con pinturas eróticas) y Lakshminayan. Entramos en uno de ellos y subimos a lo más alto. Una nueva perspectiva de los palacetes se ofrecía a nuestros ojos.

Regresamos al fuerte, compramos agua, nos secamos el sudor y partimos por la carretera de Fatehpur, la misma del Tulip Inn.

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