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Los saris con el color de la India 63 (2011). Con la lluvia a Phalodi.



La lluvia se había adueñado del cielo y empezaba a inundar los terrenos circundantes. Cuando se suavizó, contemplamos unos pequeños pájaros blancos. Eran las grullas damiselas. Según la guía, establecían su época de hibernación desde finales de agosto. Estábamos cerca de la Reserva de Khichán, próxima a Phalodi, donde teníamos prevista nuestra parada de mitad de trayecto. Existía una tradición de alimentar a las aves, que consumían unos 600 kilos de grano al día. En las canciones marwaris tradicionales, las mujeres piden a las grullas que traigan mensajes de los seres queridos que están en tierras lejanas.

Krishna se extrañó de que le pidiéramos visitar Phalodi. Estaba claro que no era una parada habitual y que no conocía la ciudad. La entrada provocó un interrogante: ¿nos habíamos equivocado? Porque el aspecto de los barrios más externos era triste. Se nos cayeron los palos del sombrajo. Era un exponente de decadencia.



Como otras poblaciones de la zona, fue un antiguo centro caravanero. Fue fundada en el siglo XV y originariamente se denominó Phalvardhika. Para su protección, Rao Hammir Narawal construyó un fuerte. El actual databa del siglo XVIII.

Phalodi era conocida como la ciudad de la sal. Diversas industrias relacionadas con este producto se concentraban en la zona. Quienes dominaron el comercio de la sal fueron los jainistas. Sus templos otorgaron fama a la ciudad. Esos comerciantes construyeron hermosos havelis. Era también lugar de buenos artesanos y donde se fabricaba un particular calzado llamado jooti.

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