Con rebaños de ovejas, cabras y otros animales
llegamos a Mandawa. Unos supuestos guías nos esperaban para enseñarnos la
ciudad. Entre el cansancio y la agresividad, siempre sin violencia, que
mostraron, decidimos ir al hotel. Lo que no tuvimos en cuenta fue que el hotel
estaba bastante alejado.
El Tulip Inn estaba a unos kilómetros de la ciudad, pocos, pero no había transporte para regresar a Mandawa. El director del hotel nos dijo que un tuk tuk nos cobraría 650 rupias por trayecto. Quedaba algo más de una hora de sol, lo suficiente para un paseo, observar por fuera las pinturas de los edificios y tomar una cerveza antes de volver para cenar. Quizá el temor a perdernos a la hora de cenar obligó al director a subir el precio y desanimarnos. Porque éramos los únicos huéspedes. Lo consiguió.
El hotel era magnífic. Lo habían inaugurado hacía un año. En torno a un jardín cuadrado muy amplio habían levantado una serie de bungalows de dos pisos. El jardín podía utilizarse para eventos. Las instalaciones estaban decoradas con murales parecidos a los que hubiéramos contemplado en Mandawa o en los otros pueblos. Por supuesto, relucían. Los colores no estaban preparados con ingredientes naturales, pero la técnica y los motivos eran formidables. En parte, tenía razón el director. Debíamos disfrutar del hotel.
Nos duchamos, nos relajamos y empezamos a practicar un sano deporte de la época victoriana: la conversación con copas a la caída de la tarde. Nuestro club de oficiales fue la veranda de nuestro bungalow. Lo malo es que los mosquitos eran agresivos y tan aguerridos como los lanceros bengalíes. Disfrutamos del whisky en la habitación, casi una suite.
El whisky nos soltó la lengua, brindamos como camaradas del mismo regimiento, contamos unas cuantas anécdotas y con una ligera cogorza nos fuimos a cenar.
Sunly fue nuestro camarero. Con el salón para nosotros solos nos sentimos como los señores del palacio. Sunly nos informó de que era Friendship Day, el día de la amistad. Lo malo es que no teníamos con quién celebrarlo. Porque, según la Society for the Confluence of Festivals in India, friends make life worthwhile (los amigos hacen valiosa la vida). El folklore, las leyendas y la mitología han configurado la amistad como un gran valor que merece un festival. El que compartió ese día con nosotros fue Sunly.
Otros dos whiskies más cayeron tras la cena.
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