Aproveché la monotonía temporal del paisaje para
estudiar algunos datos económicos del país. Y fui consciente de su inmensidad y
diversidad.
Abarcaba 3.200.000 km². Cuando alguien comentaba que en tres semanas veríamos todo el país, te dabas cuenta de que desconocía esa extensión, casi seis veces y media la de España. Sería como recorrer una parte significativa de Europa. Un palizón tremendo.
El segundo dato apabullante era su población: 1.100 millones de habitantes. El dato se quedaba anticuado a cada momento. La población se incrementaba sin freno. Sólo era superada por China. De esa población, el 82% era hinduista, el 12% musulmana, el 3% cristiana y el 1% budista, según los datos del informe de Iberglobal. Con algunas de las otras religiones habíamos tenido contacto: sikhs, jainistas, parsis… La población urbana suponía sólo el 27,8%. La India real continuaba siendo la de las 500.000 aldeas a la que se refería Gandhi en sus discursos y oraciones y que contemplábamos ahora en los campos camino de cada ciudad que jalonaba nuestro recorrido. Las dos ciudades más populosas eran Bombay, con 18 millones de habitantes, y Delhi, con 12 millones.
Me llamaba poderosamente la atención la tasa de analfabetismo. Los datos, de 2007, arrojaban un 29,2% en hombres y un 50,8% en mujeres. A pesar de que la educación era obligatoria entre los 6 y los 14 años. En 2011, la tasa de alfabetización había subido al 74,04 % (82,14 % en hombres y 65,46% en mujeres). El presupuesto de educación para 2006-2007 (el año presupuestario y fiscal empieza en abril), fue de 241.149.millones de rupias, el 4,3% del presupuesto total. Sin embargo, el de defensa era de 1,04 billones de rupias, el 18,5%. La India de la espiritualidad, la no violencia y la religión gastaba más en ejército que en escuelas y formación.
La esperanza de vida era de 63,1 años. Los ingresos per cápita de 720 dólares.
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