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Los saris son el color de la India 25 (2011). Quwwat al-Islam y Qutb Minar III.


 

Una fachada de piedra arenisca precedía la sala de oración. Los relieves eran de diferentes tradiciones iconográficas. La caligrafía cúfica se alternaba con motivos de ondas de origen budista y medallones en las pechinas de inspiración hindú. La arenisca roja resplandecía con la luz del atardecer, una luz cálida, religiosa, apta para la meditación y el rezo.

A la izquierda de la torre, la tumba del Immam Zamin la cubría una hermosa cúpula semiesférica. Estaba en restauración. Desde ella se contemplaban otros templos y tumbas. Esos pabellones exhibían finos trabajos de celosías y nos pusieron en contacto con la tradición de artesanos del país.

En el patio llamaba la atención la columna de hierro, muy anterior a la dominación musulmana. Quizá estuvo inicialmente en un templo dedicado a Vishnú en Bihar. Era de una aleación que impedía que se oxidara. Lo peculiar era que, al intentar datarla, fueron conscientes de que esa aleación era imposible obtenerla con el estado de la técnica de la época.

En el recinto destacaba la tumba de Iltutmish. Los ulemas no se opusieron a esta ubicación. En la sala cuadrada, en el centro, su sarcófago era el símbolo del poder acumulado en vida que no se pudo llevar tras su muerte. La decoración del mihrab era exquisita, aunque los andamios impedían apreciarla adecuadamente.

Sin prisa, caminamos por el entorno destruido que tanta historia atesoraba. Los inicios de la dominación islámica en la India se encontraban allí, con un cuidado césped que el monzón conservaba de un verde esplendoroso. Los árboles estaban cebados de hojas. Aquel cementerio de piedras había sido transformado en un agradable parque donde pasar la tarde.

 

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