Cuando la capital de la India británica cambió de
Calcuta a Delhi fue necesario dotar a la nueva capital de los edificios
precisos para la administración. Una nueva ciudad que se superponía a las
anteriores. Fue inaugurada en 1931. La había diseñado el arquitecto británico
Edwin Lutyens, que no apreciaba demasiado la arquitectura India, aunque realizó
algunas concesiones.
Krishna nos depositó ante la verja del palacio presidencial, varios cientos de metros más allá. Fue inicialmente el palacio del virrey. Era inmenso, con más de trescientas habitaciones y una plantilla de sirvientes acorde a ese lujo y dimensiones. Dominaba el estilo neoclásico combinado con elementos mogoles. Una alta cúpula marcaba el paisaje.
Más allá del palacio presidencial se extendía el jardín mogol y un amplio bosque, el Central Ridge Reserved Forest. A la izquierda, el Sansad Bhavan, el Parlamento. A la derecha, la sede del Primer Ministro. Los edificios simétricos correspondían al Secretariado.
Desde esa posición elevada contemplamos el arco conmemorativo de la guerra, que honraba a los 90.000 soldados indios que murieron en la Primera Guerra Mundial. A sus pies ardía la llama del Amar Jawan Jyati en honor de todos los soldados que murieron por este país.
La avenida recta y ancha, un auténtico camino ceremonial, que comunicaba el palacio Presidencial y la Puerta de la India, era Rajpath. En ella se celebra el 26 de enero el desfile del día de la República. Con más tiempo hubiéramos visitado el estupendo Museo Nacional, en la referida avenida.
Regresamos al coche y enfilamos hacia el sur. Chanakyapuri era el barrio de las embajadas y de los hoteles de lujo. En él se ubicaba el Taj Palace, el hotel donde estuvo mi tío en su anterior viaje. A su prestigioso restaurante, Orient Express, acudían Rajiv y Sonia Gandhi con su familia. También cenó en él mi tío.
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