Entre las obligaciones que se imponían, y que
destacaban en el folleto que nos entregaron, se encontraban no fumar ni comer
carne procedente de animales degollados según el rito del Islam ni sostener
relaciones sexuales con una mujer musulmana. El adulterio se consideraba un
pecado. La mujer era venerada por su papel en la familia y la sociedad. Una
hija no era considerada una desgracia, como por desgracia sí lo era para una
parte importante de la población. No se admitía el sati o suicidio ritual de la viuda en la pira funeraria del marido.
La viuda podía volver a casarse. No usaban velo. La dote y el divorcio estaban
prohibidos. No creían en el celibato. "El matrimonio y la vida familiar se
consideran respetables, naturales e ideales". El matrimonio se solemnizaba
a través de la circunvalación, por cuatro veces, alrededor del libro sagrado. Su
código de conducta se denominaba Sikh
Rehat Maryada, que unificaba las ceremonias y creencias. El sikh debía levantarse antes del alba,
bañarse, meditar sobre dios, recitar cinco composiciones u oraciones diarias,
visitar diariamente el templo. Seguían el ritual de la incineración para sus
muertos y arrojaban las cenizas al canal o río más cercano. Los ríos no eran
considerados sagrados. Se prohíbía erigir monumentos funerarios.
Todos los sikh comparten la misma comida en la cocina comunitaria o pangat. Es un instrumento de igualdad social financiado por todos. Lo peculiar era que ese comedor social era accesible para cualquiera, aunque no fuera sikh. Con ello demostraban su solidaridad y desapego por el dinero y los bienes materiales. Compartir era uno de sus dictados. Lo que no se permitía era tirar el alimento que se ofrecía. Si no se iba a comer, lo correcto era rechazarlo.
No dejaban fotografiar el interior. Sin embargo, había visto las fotos que había realizado mi tío hace siete años. En el interior destacaba un altar dorado y un grupo de músicos. Sobre el altar, su libro sagrado, el Guru Grath Sahib, que fue recopilado y publicado por el quinto gurú, Arjun Dev, en 1604. La gente guardaba cola para entregar sus ofrendas. Luego se sentaban en el suelo y permanecían en silencio rezando. El ambiente era relajado. Cualquiera, hombre o mujer, podía dirigir la oración. No había sacerdocio.
0 comments:
Publicar un comentario