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Los saris son el color de la India 17 (2011). Los sikhs II


 

Entre las obligaciones que se imponían, y que destacaban en el folleto que nos entregaron, se encontraban no fumar ni comer carne procedente de animales degollados según el rito del Islam ni sostener relaciones sexuales con una mujer musulmana. El adulterio se consideraba un pecado. La mujer era venerada por su papel en la familia y la sociedad. Una hija no era considerada una desgracia, como por desgracia sí lo era para una parte importante de la población. No se admitía el sati o suicidio ritual de la viuda en la pira funeraria del marido. La viuda podía volver a casarse. No usaban velo. La dote y el divorcio estaban prohibidos. No creían en el celibato. "El matrimonio y la vida familiar se consideran respetables, naturales e ideales". El matrimonio se solemnizaba a través de la circunvalación, por cuatro veces, alrededor del libro sagrado. Su código de conducta se denominaba Sikh Rehat Maryada, que unificaba las ceremonias y creencias. El sikh debía levantarse antes del alba, bañarse, meditar sobre dios, recitar cinco composiciones u oraciones diarias, visitar diariamente el templo. Seguían el ritual de la incineración para sus muertos y arrojaban las cenizas al canal o río más cercano. Los ríos no eran considerados sagrados. Se prohíbía erigir monumentos funerarios.

Todos los sikh comparten la misma comida en la cocina comunitaria o pangat. Es un instrumento de igualdad social financiado por todos. Lo peculiar era que ese comedor social era accesible para cualquiera, aunque no fuera sikh. Con ello demostraban su solidaridad y desapego por el dinero y los bienes materiales. Compartir era uno de sus dictados. Lo que no se permitía era tirar el alimento que se ofrecía. Si no se iba a comer, lo correcto era rechazarlo.

No dejaban fotografiar el interior. Sin embargo, había visto las fotos que había realizado mi tío hace siete años. En el interior destacaba un altar dorado y un grupo de músicos. Sobre el altar, su libro sagrado, el Guru Grath Sahib, que fue recopilado y publicado por el quinto gurú, Arjun Dev, en 1604. La gente guardaba cola para entregar sus ofrendas. Luego se sentaban en el suelo y permanecían en silencio rezando. El ambiente era relajado. Cualquiera, hombre o mujer, podía dirigir la oración. No había sacerdocio.

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