La reforma pretendida por
nuestro fraile fue propuesta al poder civil para su aprobación mediante
diversas leyes que garantizaran el buen vivir y la justicia. En el plano
político, en su deseo de reconciliación y paz universal, propuso que los
condenados por la Signoria pudieran recurrir ante un Consejo de Ottanta o
cento. Sin embargo, a los condenados por la conjura de los partidarios de los
Medici se les negó ese derecho, lo que dejó tocado su prestigio. Él desmintió
que instigara esa decisión.
En el plano moral, intentó
regenerar a mujeres y niños. Para las religiosas preveía una autonomía
relativa, pero se topó con una férrea oposición entre sus propios discípulos.
Se recondujo a los modelos tradicionales de tutela masculina. Para las mujeres
seglares pedía “la renuncia a lo superfluo, al lujo -destaca Benavent- y exigía
la decencia y un comportamiento religioso”.
Para los niños pretendió el cese
de la violencia callejera y su transformación “en un ejército que velaba por
las buenas costumbres y la virtud en todos los ámbitos de la vida cotidiana florentina”
-apunta Julia Benavent. Para ello, su estrategia fue mantener las celebraciones
habituales cambiando la finalidad y adaptándolas a la moral cristiana. Por
ejemplo, las canciones obscenas eran sustituidas por letras edificantes.
Incluso el sistema asistencial
fue mejorado, lo que dio lugar a que hubiera unas 150 cofradías, al menos 35
hospitales y docenas de asociaciones asistenciales. Como los Medici asociaron
todo ello con Savonarola, lo suprimieron en 1530, al regresar al poder.
La sala capitular, el
refectorio, el claustro de San Antonio o el albergue de peregrinos quedarán para
otra ocasión.
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