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Por el corazón de la via Francigena 78 (2014). San Marcos y Savonarola.


Imagen con licencia Creative Commons. Referencia: Wikipedia.

 

Observamos la estatua de Savonarola, cuyo rastro ha quedado en otros lugares de la ciudad. Intentó la regeneración de Florencia, consumida por la corrupción y el vicio. Los más pobres vieron en él al profeta de los últimos tiempos: sus profecías se cumplían.

Después de mis primeras lecturas adquirí la convicción de que Girolamo Savonarola fue un fanático que sometió a un paréntesis de oscuridad a la luminosa y artística Florencia. Sin embargo, tras la lectura de Savonarola y España, de Julia Benavent, de la que extraigo textos y conceptos, cambió mi idea sobre una personalidad mucho más poliédrica e interesante de lo que me imaginaba. Fue un reformador en una época convulsa. Savonarola nació en Ferrara el 21 de septiembre de 1452. Estudió en Bolonia, ya como fraile dominico, y tuvo una gran formación en todos los ámbitos, especialmente en retórica y oratoria, lo que le sirvió para convertirse en uno de los grandes predicadores de su época.

Su vocación fue verdadera. No se incorporó a las filas de la Iglesia para medrar o mejorar su posición social. En la carta de despedida que escribió a sus padres dejó claros sus motivos:

La gran miseria del mundo, la iniquidad de los hombres, los estupros, los adulterios, los latrocinios, la soberbia, la idolatría, las blasfemias crueles; que los tiempos han llegado a un punto, que ya no hay nadie que haga el bien… ¿No habría sido una ingratitud la mía, después de rogar a Dios que me mostrara el camino recto por el que caminar, y que él se hubiera dignado a mostrármelo, que yo no lo hubiera aceptado?

Tras una primera estancia en Florencia entre mayo de 1482 y 1487, regresó en 1490. En ese primer periodo “una iluminación divina le hizo comprender que la iglesia de Dios sería flagelada” -escribió Julia Benavent. “A partir de este momento -continúa Benavent- comenzó a pensar seriamente en la purificación de la Iglesia, que sólo se salvaría mediante un castigo divino”. La sociedad y la Iglesia se habían apartado del buen camino. Ese era el ambiente en Florencia en 1490.a donde regresa a instancias de Lorenzo de Médicis como lector conventual. La prosperidad había atraído la inmoralidad y la corrupción. Necesitaba un cambio profundo.

Savonarola fue elegido prior del convento a mediados de 1491.

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