Cerca del hotel, San Marcos nos
ruega que lo visitemos. Para nuestra decepción, el horario es de mañana nos
priva de los claustros y las celdas. Habrá que conformarse con la iglesia,
aunque será suficiente para encontrarnos con sus personajes más emblemáticos.
Al entrar, a la derecha, una Anunciación
de Fra Angélico, que realmente se llamaba Fra Giovanni da Fiésole. Esta era su
comunidad y a ella consagró oraciones y arte. Fra Angélico y su escuela sacaron
de la vulgaridad las celdas de los frailes con sus afamados frescos. Orar fue
más fácil y más inspirador. Una parte importante de su obra se encuentra en el
museo.
Esbozamos una sonrisa: a ambos
nos viene a la memoria la Anunciación del Prado, luminosa, ferviente, mística.
Uno de sus ilustres visitantes y
benefactores fue Cosme el Viejo, quien acababa de regresar del exilio, de tan
solo un año, al provocarse una fuga de capitales tan violenta que hubo de
rescindirse la pena. Encargó a Michelozzo la remodelación de San Marcos, su
lugar de retiro para encontrar la paz que no hallaba en la tremenda vida
pública florentina. La biblioteca, donde trabajaron muchos de los intelectuales
de la época, es una obra maestra.
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