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Por el corazón de la via Francigena 76 (2014). La Santísima Anunciación alumbra el arte.

 


El personaje que reina desde su estatura ecuestre es Fernando I, hermano menor de Francisco I y su sucesor en el trono del Gran Ducado. A sus pies, una pareja joven conversa.

El hijo de Cosme I no estaba destinado a reinar. A los 13 años fue nombrado cardenal para un mejor acercamiento al papado. Ello no impidió que dilapidara el dinero de la familia y que su hermano tuviera que cubrir sus deudas de juego. Tuvo incontables amantes, como era la costumbre en las altas jerarquías de la Iglesia de aquellos tiempos.

La afición de Francisco a la alquimia y su relación con Bianca Capello, que ya hemos descrito, ponía en peligro la relación con el Imperio y su aspiración a heredar el Ducado. Parece que todo ello influyó a la hora de diseñar el plan que acabó con su hermano, con su esposa y con el heredero, Antonio, hijo de Bianca y Francisco. Durante los 11 días de la agonía de su cuñada y su hermano urdió un plan para tomar el poder.

Algunos historiadores se preguntan si fue un monarca moderado y justo o si fue la labor de propaganda difundida lo que dejó ese rastro. Sea como fuere, Giambologna le inmortalizó en esta plaza de la Santísima Anunciación.



La plaza, en la que abundan las bicicletas aparcadas de los universitarios, es de una gran hermosura. La fachada de la iglesia de la Santísima Anunciación, de Michelozzo, arquitecto predilecto de Cosme el Viejo, encierra frescos del Perugino y de Andrea del Sarto. A esta iglesia traen las novias el ramo, según hemos leído. Comparte protagonismo con la fachada del hospicio de los Inocentes, de Brunelleschi. Los medallones de terracota que representan a bebés en pañales son de Andrea della Robbia. Este fue el primer hospicio de Europa. En su museo se concentran obras de Ghirlandaio, Andrea della Robbia, Botticelli y otros muchos.

En la Anunciación se hospedó da Vinci con sus acompañantes a su regreso en 1500. En la ciudad permaneció hasta 1506. Como reseña Isaacson, “en muchos sentidos, sería el periodo más productivo de su vida. Allí comenzó dos de sus pinturas más destacadas, la Mona Lisa y Santa Ana, la Virgen y el Niño, así como Leda y el cisne”.

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