Nada hubiera podido hacer sin el
apoyo de la familia Peruzzi, sus mecenas, ricos banqueros que financiaron los
frescos de su capilla. La familia fue a la ruina cuando Enrique III de
Inglaterra dejó de pagar los intereses de sus préstamos. La profundidad y la
perspectiva quedaron reflejadas en la representación de la vida de San Juan
Bautista y San Juan Evangelista.
En la capilla Bardi, refleja Giotto
escenas de la vida de San Francisco. El Renacimiento es incipiente, se nota un
cambio en la expresión medieval, los rostros son reales, las composiciones más
perfectas.
La cabecera se completa con
otras capillas interesantes: Velluti, Calderini, Guigni, Spinelli, Benci,
Ricasoli, Pulci…
Los estragos causados por la
inundación de 1966 se reflejan en algunas obras. La Última Cena de Vasari quedó
casi destruida. Un paciente proceso de restauración la ha devuelto a la vida.
Lo único bueno de aquel desastre es que afloró los restos de la antigua
iglesia.
En los dos claustros se
articulaba la vida religiosa. Al primer claustro, de arcos armoniosos y con la
galería de los sepulcros, se asoma la capilla Pazzi, la de aquellos que
conjuraron contra los Medici. Tanto el claustro como la capilla son obra de
Brunelleschi, quien aportó líneas puras.
En el segundo claustro se ha
instalado el museo, que habrá de esperar otra visita.
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