Atravesamos la ciudad hacia la
Santa Croce. Pasamos ante tiendas tradicionales, el palacio di Parte Güelfa,
una zona más alternativa y la amplia plaza con la fachada al fondo.
En una foto de la revista
Traveler, de Condé Nast, la plaza de la Santa Croce aparece tomada por los
chavales entregados al fútbol. La fachada, de vistoso mármol blanco y verde,
contrasta con la portería. Refleja que es un barrio popular de Florencia y que
los jóvenes también se divierten en la ciudad.
En las inmediaciones estuvo el
anfiteatro romano. En la remodelación medieval de 1294, Arnolfo di Cambio, el
de la catedral y la Signoria, proyectó esta fachada. Como toda gran plaza
previa a un monumento, le da realce, teatralidad, solemnidad. Esa plaza ha
acogido a muchos feligreses que tuvieron que seguir las misas en ella cuando estaba
repleto el templo. También fue lugar de torneos, festivales, competiciones, el calzio storico o las ejecuciones de
herejes en tiempo de la República de Savonnarola.
La Iglesia toma su nombre de una
astilla de la Santa Cruz donada por San Luis de Francia, aunque lo que la
singulariza es haberse convertido en una especie de pabellón de hombres
ilustres. Aquí yacen Miguel Ángel, Rossini, Galileo, Ghiberti o Maquiavelo. Un
monumento funerario honra la memoria de Dante, que está enterrado en Rávena. Se
conservan unas reliquias de San Francisco, la capucha y su cinturón, en la
capilla Castellani.
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