La siguiente estancia es
estrecha y alargada, repleta de pinturas. Es el studiolo de Francisco I, el rey alquimista, hijo de Cosme I y
Leonor de Toledo, que están representados en lo alto. No le atraían las labores
de gobierno. Su atención se centró en la alquimia. Este era su laboratorio, su
sala de las maravillas o rarezas. La decoración ofrece un fuerte simbolismo
representando los cuatro elementos, las cuatro estaciones, los cuatro
temperamentos. Cada pintura es la puerta de un armario. Puertas secretas
conducen al Tesoro.
Francisco vivió una intensa
relación con su amante, Bianca Capello, que desplazó a la duquesa, Juana de
Austria, con la que se casó en 1565 para afianzar las relaciones con el Imperio,
y que puso en peligro esta alianza matrimonial con los Habsburgo. A los
soberanos se les permitían amantes, pero se les exigía discreción. Con ella
tuvo un hijo, Antonio. Al morir su esposa, decidió casarse con su amante, a la
que odiaba su hermano Fernando, que veía amenazadas sus aspiraciones de heredar
el trono ante la falta de un heredero varón legítimo. En un documental se
trazaba la investigación que se había llevado a cabo para demostrar que
Francisco I y Bianca fueron envenenados. Ambos murieron casi simultáneamente, en
un corto espacio de tiempo, de pocas horas. Oficialmente, murieron de malaria.
También se especuló con que él muriera por el contacto con los productos
químicos.
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