Es hermoso el patio del palazzo Vecchio o de la Signoria. Aun se
utiliza parcialmente el edificio como ayuntamiento. Su aspecto acastillado
exterior se dulcifica con los frescos del interior. Es el patio de Michelozzo, arquitecto
predilecto de Cosme el Viejo allá por el siglo XV. Más al interior, el de la Aduana.
El primer piso nos recibe con
una sala enorme, la sala de los Quinientos, el Consejo General en tiempos de
Savonnarola. Es impresionante pero más lo hubiera sido de haber cumplido sus
encargos dos de los grandes artistas florentinos, Miguel Ángel y Leonardo.
Ambos habían regresado a la ciudad en 1500. Miguel Ángel era el artista
emergente. Leonardo andaba por la cincuentena. Nunca se llevaron bien. Miguel
Ángel era irascible, pendenciero. Su nariz torcida fue fruto de un puñetazo de
Pietro Torrigiano, al que había insultado. Tuvo problemas con otros artistas.
Leonardo era de carácter más dulce, siempre rodeado de discípulos y amigos,
desenfadado en el vestir. Ambos eran homosexuales. Mientras Leonardo lo llevaba
con naturalidad, Miguel Ángel, “cristiano devoto -nos informa Isaacson en el
libro sobre Leonardo, del que tomo muchos datos- sufría las convulsiones del
tormento y del éxtasis de la fe.
Leonardo recibió el encargo de
pintar la Batalla de Anghiari en 1503 con el objetivo de ensalzar la gloria de
los guerreros en la victoria de Florencia sobre Milán en 1440. El pintor quiso
ir más allá combinando lo fascinante y atroz de la guerra, que había conocido
de primera mano acompañando a César Borgia en campaña, el movimiento y las
emociones. Lo que conocemos es gracias a las copias de los cartones. El mejor
es el realizado por Rubens de la parte central.
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