Cosme I, en estatua ecuestre,
nos observa. Detrás queda el museo Gucci. Florencia es un importante centro de
la moda. Marca tendencia. Ante él, la fuente de Neptuno, "esa cosa
blanca", como la llaman despectivamente los florentinos. Sin embargo, a
nosotros nos gusta y no hemos renunciado a fotografiarnos con ella en una de
las múltiples ocasiones, de día y de noche, que hemos pasado por aquí.
La estrella es, sin duda, el David
de Miguel Ángel. Le acompañan el león florentino y Judith y Holofernes,
ambos de Donatello. Son copias.
El museo de escultura de acceso
libre es la Loggia dei Lanzi, la
lonja donde se apostaban los lansquenetes de la guardia suiza de Cosme I. El
rapto de las Sabinas, de Giambologna, y las Siete Virtudes, de
Agnolo Gaddi, son dos de las más conocidas. Y el Perseo de Benvenutto
Cellini, autor famoso por sus obras de orfebrería. Fue un encargo de Cosme I y
se dice que tardó bastante en cobrarlo. Cellini era un tipo agresivo que se
peleaba con todo el mundo, acusado de sodomita, homicida, con una larga lista
de hijos ilegítimos, fraile por un tiempo. Su perfil mereció su inclusión en
los Locos egregios de Vallejo-Nágera.
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