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Por el corazón de la via Francigena 64 (2014). Un campanario sin ascensor.

 


Los grandes genios renacentistas eran capaces de realizar obras de arquitectura, escultura o pintura. Giotto es uno de esos ejemplos. Le asociamos con la pintura, pero también hay que vincularle con el campanile y con los adornos escultóricos de la alta estructura representando los oficios y los profetas, en los que también participó Donatello. A la muerte de Arnolfo di Cambio dirigió la construcción de la catedral y fue nombrado superintendente de las obras. También estuvo encargado de la inspección de las murallas. Después de viajar por Italia se estableció en Florencia, se casó y tuvo ocho hijos.

Carlos, con ese deseo de completar el entrenamiento para las fuerzas especiales, y coronar las tres grandes alturas del centro histórico, me anima para aplicar los mismos principios de la cúpula al campanario.

El campanario es algo más bajo que la cúpula y si hay que elegir una de las dos alturas es evidente que se debe elegir la cúpula. Aún nos quedan fuerzas.

Otra vez, casi quinientos escalones. Un ascensor en el hueco sería menos deportivo y renacentista, aunque bastante práctico. Mi reino por un ascensor.

Oleadas de tejas, torres, fachadas orgullosas de iglesia sobre las casas de sus feligreses, las montañas suaves al fondo, grises casi negro, las nubes amenazadoras, una calle larga y bien trazada en recta, patios, claustros, terrazas, azoteas, arcos y ventanas, la armoniosa mole de la cúpula, la alternancia de colores de la catedral, las personas que son pequeñas figuras que se mueven, grúas que marcan los progresos de las restauraciones, la Signoria, la sinagoga, la plaza de la República que era el antiguo foro romano, el Arno, perfiles renacentistas y medievales, el palacio Pitti, la Santa Cruz, San Lorenzo, la linterna de la cúpula donde estábamos hace un rato. Hasta San Miniato al monte.


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