Los grandes genios renacentistas
eran capaces de realizar obras de arquitectura, escultura o pintura. Giotto es
uno de esos ejemplos. Le asociamos con la pintura, pero también hay que
vincularle con el campanile y con los
adornos escultóricos de la alta estructura representando los oficios y los
profetas, en los que también participó Donatello. A la muerte de Arnolfo di Cambio
dirigió la construcción de la catedral y fue nombrado superintendente de las
obras. También estuvo encargado de la inspección de las murallas. Después de
viajar por Italia se estableció en Florencia, se casó y tuvo ocho hijos.
Carlos, con ese deseo de completar
el entrenamiento para las fuerzas especiales, y coronar las tres grandes
alturas del centro histórico, me anima para aplicar los mismos principios de la
cúpula al campanario.
El campanario es algo más bajo
que la cúpula y si hay que elegir una de las dos alturas es evidente que se
debe elegir la cúpula. Aún nos quedan fuerzas.
Otra vez, casi quinientos
escalones. Un ascensor en el hueco sería menos deportivo y renacentista, aunque
bastante práctico. Mi reino por un ascensor.
Oleadas de tejas, torres,
fachadas orgullosas de iglesia sobre las casas de sus feligreses, las montañas
suaves al fondo, grises casi negro, las nubes amenazadoras, una calle larga y
bien trazada en recta, patios, claustros, terrazas, azoteas, arcos y ventanas,
la armoniosa mole de la cúpula, la alternancia de colores de la catedral, las
personas que son pequeñas figuras que se mueven, grúas que marcan los progresos
de las restauraciones, la Signoria, la sinagoga, la plaza de la República que
era el antiguo foro romano, el Arno, perfiles renacentistas y medievales, el
palacio Pitti, la Santa Cruz, San Lorenzo, la linterna de la cúpula donde
estábamos hace un rato. Hasta San Miniato al monte.
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