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Los saris son el color de la India 4 (2011). Madrugón y desayuno ligero.


 

Madrugar: qué palabra tan terrible en vacaciones. Pero el viajero es duro y un pelín masoquista. Así que abandona la seguridad de sus rutinas y se lanza, a la alborada, a la conquista de los lugares que ha elegido visitar.

Había una regla no escrita entre nosotros: el primero en ducharse sería mi tío. Eso me concedía aún unos minutos. Siempre se me han pegado las sábanas.

Con la misma ropa del viaje y una fuerte dosis de desodorante y colonia, salimos de la habitación para desayunar. El hotel Clarks Inn no era una maravilla, pero estaba razonablemente bien. Nada que ver con el Taj Palace que disfrutó la vez anterior mi tío.

El buffet del desayuno se componía de platos tipo callos a la madrileña y cocido en versión india. Olían de forma penetrante. Devorar eso tan temprano hubiera sido como comer cargas de profundidad. Unas tostadas con mantequilla y mermelada, zumo de naranja y un café con leche infumable resultaron más razonables. Como acompañamiento, los grandes éxitos de Bollywood, de Music non stop, en la televisión, con unas tías buenísimas, unos tíos sátiros y unas coreografías graciosísimas y espasmódicas. El horóscopo, en perfecto hindi, valoraba qué hacer durante la jornada. Tuvimos que confiarnos a la intuición. The Times of India informaba de la actualidad.

Krishna fue puntual, como a lo largo de todo el viaje. El aire se había refrescado con la lluvia del monzón.

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