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Los saris son el color de la India 2 (2011). Marmitako a la India.


 

Como título para un libro o un relato sería gracioso. Desde luego, nada épico ni grandioso. Tampoco romántico. Lo cierto es que fue el origen de nuestro viaje.

La idea nació en Dubai, en el tradicional viaje de febrero que realizaba con mi tío desde hacía algunos años. Hablar de viajes en un viaje es algo frecuente. Más aun si estás cómodamente sentado frente al mar, relajado con una cerveza y cansado de dar vueltas. Y allí nos reencontramos con Luis Alberto, Luis, como todo el mundo le conoce salvo mis padres y mis tíos.

Luis, tío mío y primo de mi tío, era algo más que un viajero de corte tradicional. Era un viajero profesional. Había visitado una parte importante del mundo como empresario, empleado, guía y… viajero. Su conocimiento del mundo era atrozmente extraordinario y sus consejos siempre sabios.

Mi tío recurrió a él y su saber viajero por primera vez en la Semana Santa de 2004, precisamente para visitar la India. Aunque viajaba con un grupo, le dio unos consejos acertados para que su estancia fuera especial. Lo consiguió porque las referencias a ellos estaban por todas partes.

Nos invitó a su casa un jueves. Su casa era como una casa de acogida. Siempre estaba llena de personajes de todo el mundo. Compartimos la mesa con Pierre, cortado por el mismo patrón de viajero y conocedor de todos los rincones del orbe. Era una tierna cura de humildad. Porque ambos controlaban la geografía con una intensidad inalcanzable y con una naturalidad sin pizca de vanidad. Cada uno de ellos aportó su visión y su itinerario. Pierre era más partidario de Gwallior y Bhopal. El triángulo de Delhi-Agra-Jaipur era uno de los elementos fijos, con Nepal. Luis era partidario de Rajastán para una primera incursión, como era la mía.

La cena se inició con una gustosa sopa de berenjena y queso. El plato principal era un fantástico marmitaco. Mi tío ya lo había probado en alguna otra ocasión. Para los que estamos habituados a cena sencilla, era una extraordinaria incitación al ardor de estómago. Estaba delicioso y hubiera sido una herejía no hacerle los honores como Dios manda. Lo regamos con dos botellas de vino. Más quesos y tarta de manzana de postre.

La mezcla de marmitaco y vino nos soltó la lengua y fuimos realizando ajustes. Para evitar despistes, le pedimos a Luis que nos trazara el itinerario por escrito para, sobre esa base, completar con hoteles, transportes, vuelos y visitas. Quedaba mucho por hacer. El trazado de la estructura era esencial y a Luis y Pierre les debemos esa iniciativa y la transmisión del entusiasmo.

Meses de gestiones y alguna otra cena en casa de Luis dieron su resultado.

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