Los dominicos establecieron aquí
su centro principal en la ciudad en el siglo XIII. Siglos antes ya había alguna
dependencia religiosa. En el siglo XIV avanzaron las obras y la decoración. Su
peor momento fue en 1966.
El 4 de noviembre de 1966
ocurrieron las peores inundaciones de tiempos recientes. Las lluvias provocaron
el desbordamiento del Arno, que penetró en casas y monumentos. Murieron 34
personas, se perdieron cientos de obras y un millón de libros. En algunos
puntos las aguas alcanzaron cinco metros. Los coches flotaban por las calles,
éstas se convirtieron en canales, el barro se apoderó de la ciudad. Santa María
Novella no fue ajena a esos males.
El claustro verde acogió unos frescos
de Paolo Ucello, el de la batalla de San Romano de los Uffici, de una tonalidad
verde que dio nombre a este espacio, ahora verde por el césped y un alto
ciprés. Lo que queda de sus frescos está en restauración en el refectorio.
A ese claustro da la impactante
capilla de los Españoles, que Cosme I asignó a su esposa, Leonor de Toledo,
para las ceremonias de su séquito. Los frescos son un par de siglos anteriores,
de 1365-67, obra de Andrea de Buonaiuto. En la bóveda se representa la Resurrección,
la Asunción y Pentecostés. La vía Dolorosa, la Crucifixión y el Descenso al
limbo decoran la pared del altar. En la pared derecha, con la Iglesia militante
y triunfante, se recogen entre los personajes a Cimabúe, Giotto, Dante,
Petrarca y Bocaccio, como si quisiera retratar a unos amigos ilustres.
De la capilla de los Ubriachi
pasamos al refectorio y de allí al interior de la iglesia. Se intuye el
claustro grande, que es parte de las dependencias de la escuela de los carabinieri.
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