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Por el corazón de la via Francigena 54 (2014). De Orsanmichelle al Ponte Vecchio.

 


Para intentar bajar la cena continuamos hasta la Catedral y desde allí nos acercamos a Orsanmichelle, abreviatura de la parroquia de San Miguel en el Huerto. La Iglesia es peculiar porque inicialmente fue una lonja de trigo que se transformó en iglesia de las corporaciones del trabajo, que situaron a sus patronos en las hornacinas que adornan su fachada. Entre los santos protectores de las corporaciones destacan San Mateo y San Juan Bautista, de Ghiberti, la incredulidad de Santo Tomás, de Verrocchio y el San Jorge, de Donatello. La iluminación es adecuada.

Por el entramado de silenciosas callejuelas regresamos al mercado Nuevo o de la Paja, una hermosa lonja del siglo XIV, gótica, que hemos visto animada y con sus puestos desplegados y ahora dormida y sin actividad. También se conoce popularmente como del porcellino, el pequeño jabalí al que hay que tocar el morro para regresar a la ciudad.

En el palacio Davanzatti, un museo de horario de mañana que es difícil que catemos. Son tantos lugares que nos gustaría visitar que hay que renunciar a algunos y conformarse con las fachadas a la luz de las farolas.

Prolongamos hasta el palacio Strozzi y nos filtramos por el Burgo de los Apóstoles. Los comercios tradicionales son simpáticos y sus escaparates nos animan a no perdernos su actividad en horario de trabajo.

Alcanzar la plaza de la Signoria es casi un rito, como seguir hasta Ponte Vecchio y observar el río. Las joyerías en las tiendas están cerradas pero los simpatizantes del puente, inagotables, continúan allí. Sin duda son de una fidelidad encomiable.


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