Via Cavour
es una gran calle. Comunica piazza
della Liberta con la Catedral. El héroe de la Unificación Italiana lo merece.
Es una calle repleta de hoteles,
limitada al tráfico. Acoge el Chiostro dello
Scalzo, San Marcos y, casi al final, el palacio Medici-Riccardi, con los
frescos de La cabalgata de los Reyes Magos, de Benozzo Gozzoli. Suficiente para
merecer toda nuestra atención.
La calle no goza de los
predicamentos de Carlos. Quizá porque es más partidario de una calle más
estrecha y tranquila, con un ambiente más joven y universitario, repleta de bares
y gozosa animación. Esa es via San
Gallo.
El hotel está a un paso del Tribunal
de Apelación y de la sede de la Abogacía del Estado, muy jurídico el entorno.
Varias calles conducen al centro en pocos minutos. Una ventaja.
La prolongación de San Gallo es via Ginori. Varios palacios, unas
estancias universitarias y los rectángulos de madera que invaden la calzada (el
tráfico es mínimo) y que sirven de terrazas, son las mejores atracciones hacia
San Lorenzo, de regreso al hotel con las piernas machacadas y un botín de
imágenes y sensaciones.
La competencia entre los ganchos
de los restaurantes es dura. Pugnan por el turista (los estudiantes estables o
temporales no entran entre sus objetivos) y al final nos convencen con un menú
de 24 euros que incluye una de las delicias culinarias ineludibles: bistecca alla fiorentina.
La bistecca es un chuletón de añojo de cierto grosor y un hueso al costado.
Poco hecho, a la brasa, con sal y pimienta recién molida. "Carne de ganado
que haya trabajado en el campo, pero con el peso apoyado en la grupa, no en el
cuello", aconsejan en la Condé Nast.
El chuletón sería suficiente
para acallar la gula, pero el menú incluye unos antipasti a base de fiambres toscanos -jamón, salchichón y un paté
de hígado- y el acompañamiento de patatas, pimientos y una frasca de vino.
Preveo noche toledana.
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