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Por el corazón de la via francigena 38 (2014). Florencia. Todos los santos nos bendicen en la mañana.


 

Probablemente, si en ese momento le hubiera propuesto a Carlos visitar la iglesia de Todos los Santos (Ognissanti) hubiera cometido (con razón) uno de esos crímenes que son tan difíciles de explicar en las páginas de sucesos de los periódicos. Por suerte para todos estaba cerrada.

Esta era la parroquia de la familia Vespucci, la de Américo Vespucio, y en ella quedaron las tumbas familiares. También yace en su interior, bajo una sencilla lápida, Sandro Botticelli. Con esa costumbre de poner motes o sobrenombres a todos los artistas, el de botellón no se sabe si fue impuesto por su gordura o por la afición al vino. Dicen que realmente el que mereció el mote fue su hermano y primer maestro. Cuesta asociar esa mofa con el creador de figuras lánguidas y escenas repletas de neoplatonismo.

Quizá esas anécdotas son las que refiere una guía a su selecto grupo, bien arropado para combatir el frescor de la mañana, un tanto cubierta de nubes grises. Excepto ellos, las calles están desiertas, como corresponde a un domingo por la mañana de invierno. Pero esto es Florencia.

Toma el mando Carlos, que ha debido leer las veleidades de mis pensamientos y orienta nuestros pasos hacia el lungarno, la calle paralela al río. El río brilla y se despereza, despierta la ciudad sabedora del ajetreo que le espera. Lucen al otro lado la iglesia del Carmen y la del Santo Espíritu envueltas en el caserío, al frente el puente de la Santísima Trinidad, destruido por los alemanes en 1944 y reconstruido fiel al original con los restos que quedaron en las aguas, y el Ponte Vecchio.



Desde aquí la soledad es imposible. Las hordas que tratan de entrar a los Uffici nos devuelven a la realidad. El paseo matutino nos ha eliminado el cabreo, nos ha despertado el ánimo. Es una experiencia que nadie debería perderse.

-¿Aprovechamos para comprar la Firenze Card?

Son 72 euros para 72 horas de visitas que abarcan lo más popular y deseado y lo incógnito e inabarcable de la ciudad. La ventaja, aparte de la posible rebaja, es que harás cola selectiva, la espera se reducirá considerablemente y tu rendimiento como visitante crecerá.

Se acercan las 10 de la mañana, hora límite del desayuno. Las tripas rugen y las piernas protagonizan el primer sprint largo del día. Plaza de la Signoria, via Calzaiuoli, tiendas cerradas, el Duomo, giro a la izquierda, a la derecha por via Zannetti, la sensación de que no vamos bien orientados, entrada de las capillas Mediceas, apunte para visitarlas, rumbo al norte y el hotel Room Mate. El número de rezagados para el desayuno nos relaja. La primera incursión en el buffet es más que grata.

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