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Por el corazón de la via Francigena 33 (2014). Siena. Envueltos en aroma a pastel.

 


Las calles de Siena huelen a pastel. Las confiterías desprenden un olor suculento y tras los cristales ese olor se hermana con pasteles lujuriosos.

La oferta de restaurantes es amplia. La opción más animada es sentarse en el Campo y degustar una buena pasta, un buen risotto, una exquisita pizza. En verano sería imposible sentarse en una de las terrazas.

Es un poco tarde para los locales. Mientras bebemos una cerveza fría observamos a la gente. Han invadido la plaza y han formado pequeños corros. Muchos duermen la siesta al sol. Es tiempo de descanso.

Tras la comida, nos dedicamos a callejear: el Pórtico de la Mercancía, el palacio Chigi-Saracini, calles curvas. Hasta la Academia Musical Chigiana en donde estudiaron Claudio Abbado y Carlo María Giullini, entre otros ilustres músicos. Su fachada medieval se arquea. Se organiza en torno a un patio. ¡Quién pudiera ver su colección de arte, sus salas, escuchar la música de los clásicos italianos en su sala de conciertos!

Se suceden calles y plazas, animación comercial, gente de compras, curiosos como nosotros. Las calles laterales claman por sacarnos de un recorrido lógico.



Por via Banchi di Sopra enfilamos hacia el norte. La plaza Salimberi, formada por tres hermosos palacios, el Salimberi, el Tantucci y el Spannochi, es un grato recuerdo del pasado. Uno de ellos es la sede de Montepaschi Siena, la entidad bancaria que patrocina al equipo de baloncesto local que ha dominado el campeonato italiano, aunque vive ahora momentos delicados.

Entramos en la contrada del Bruco, de la oruga. Una pequeña plaza con el emblema así lo anuncia. Continuando por via Montanini y su prolongación, via Camolia, la contrada dell’Istrice, el puerco espín. Las contradas tienen sus aliadas y sus rivales. Llevan un concienzudo registro de sus victorias en el Palio, símbolo de su orgullo.

Esta es zona agradable, poco transitada por los turistas, de estudiantes, de vida sin extravagancias. Algunas casas muestran empaque, otras los embates del tiempo.

Desde la plaza Matteotti se escucha a los tiffossi que animan en el estadio Communale. Detrás, la fortaleza de los Medici. Nuestros pasos nos conducen a la erguida iglesia de Santo Domingo.


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