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Por el corazón de la vía Francigena13 (2014). Volterra IV.

 


Callejeamos, inmenso placer, pasamos un alto arco que comunica dos torres, el museo de Arte Sacro, junto al campanario, y en la plaza se enfrentan pacíficamente el baptisterio y la catedral.

El baptisterio exento es octogonal, como marcan los cánones y tan sólo el lado de la puerta principal está decorado con mármol blanco y negro, otra constante de la zona. La pila por inmersión de Sansovino, en el centro, recuerda el rito del pasado. Junto al muro, otra más pequeña, también de mármol, bautiza a los actuales cristianos. Preside un cuadro religioso al que hacemos poco caso.

La fachada románica del Duomo es sencilla. Dentro, brilla el artesonado barroco sobre la nave central. Al fondo, un soberbio púlpito del siglo III. Recorremos las naves laterales en soledad y silencio. Buenos retablos laterales.



La capilla más vistosa es la de Nuestra Señora de los Dolores, con dos esculturas de Andrea della Robbia y la Procesión de los Reyes de Benozzo Gozzolo. Empezamos a acostumbrarnos a los nombres de los pintores y escultores que trabajaron en la zona y que nos obligará a desempolvar el libro de arte.

Detrás del baptisterio se abre el paisaje. El viento bate con fuerza. A lo lejos, sobre otras colinas, los generadores eólicos prueban que el viento es poderoso y constante por estos lares.

Caffe dei Fornelli es el centro bohemio de Volterra. En la mesa de fuera aguantamos lo que tarda Carlos en fumar un pitillo. Es un pequeño café al estilo de los del siglo XIX. La peculiaridad es que está lleno de libros y revistas en alemán. Fotos antiguas muestran la memoria de la ciudad. Entre sorbo y sorbo de nuestras bebidas las vamos estudiando.



Nos queda el parque arqueológico, la acrópolis etrusca. Lo que nos mueve también es ese callejear casi ordenado. El lugar es un apacible parque donde retozan los jóvenes. Las ruinas están valladas, aunque se contempla una parte de sus muros. La guía dice que no tienen gran interés. Lo que tiene interés es la visión de las torres medievales, las casas, la fortaleza de los Medici para controlar a los levantiscos súbditos. Al acercarnos, comprobamos que ha sido transformada en prisión. Mejor alejarse.

La bajada hasta el coche es placentera. Salvo porque los pies y las piernas van un poco cargados.



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