En la película "Bajo el sol
de la toscana", Diane Lane, la encantadora protagonista que ve cómo
naufraga su vida, se embarca en un viaje a Italia para huir de sus desgracias
conyugales. De pronto, una aparición súbita: una casa de campo en venta. Se apea
del autobús, estudia la desvencijada casa y la compra en un pronto entre el
liberador y absurdo.
Podría ser cualquiera de las
casas que pasan fugazmente por las ventanillas, aunque es más probable que se
proteja de los curiosos tras un tímido bosque de cipreses o pinos para hacer su
tejado rojizo invisible. Son imágenes de un instante, puntitos en nuestra vida.
A Diane Lane, en la película, le cambia la vida.
Rodeada de personajes
entrañables y un entorno reconfortante, se enamora, cae y se repone. En este
ambiente es sencillo enamorarse. Bajan las prevenciones y el amor entra en los
corazones sin apenas defensas. El viajero se ve arropado por una continua
belleza que le hace propenso al enamoramiento inmediato. Es fácil.
El amor se mueve libremente por
las campiñas y las ciudades, revolotea sobre las cabezas y se cuela en los
corazones al menor despiste. Déjate enamorar por la Toscana. Basta con un
gesto.
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