Carlos sabe que me he quedado
con ganas de visitar la Colegiata. Hacia allí nos dirigimos en curioso zigzag que
nos sumerge más en el carácter intemporal del pueblo.
La piazza Pecori, con el palazzo
della Propositura y el museo de Arte Sacro, que está cerrado, está a la espalda
del ayuntamiento. Uno de sus lados es una galería cubierta de la Colegiata que
fue utilizada como baptisterio y que encierra una Anunciación de Ghirlandaio,
pintor ilustre.
Quedamos impactados por los
frescos. Toda la Iglesia está cubierta por ellos. Las iglesias italianas son
más de frescos que de tallas. Siguiendo una distribución clásica, la nave
norte, por la que hemos entrado, está adornada con escenas del Antiguo Testamento
de Bartolo di Fredi. Es sorprendente la técnica y la mística de estas pinturas
del siglo XIV, del Trecento, tiempos
de cambio estético. Observamos los rostros, los amagos de perspectiva, el
colorido, los grupos. En el lado contrario, el muro sur, el Nuevo Testamento,
escenas de Cristo. Se atribuyen a Lippo Memmi, discípulo y cuñado de Simone
Martini, quien quizá murió en la ciudad a consecuencia de la Peste Negra, y su
taller. En el oeste, sobre la puerta principal, el Juicio Final con su reparto de
premios y castigos. Es obra de Taddeo di Bartolo, que impacta con su
expresividad. Acompañan todo ello dos esculturas de Jacopo della Quercia y el
Martirio de San Sebastián de Benozzo Gozzoli.
Camellos y caballos, guerreros y
soldados, ángeles y diablos, señoras con niños, ancianos y jovenzuelos, Lázaro
a punto de resucitar, Cristo en la última cena, obispos y sabios, comitivas de
donantes, el tetramorfos, tonos color siena que se mezclan con bellos rojos y
azules, Adán y Eva que salen del paraíso por su pecado, Caín y Abel, Noé que
desembarca a su prole de animales, la historia de Cristo, bellos ropajes de la
época, tocados y joyas, todo un panteón de santos y personajes bíblicos. Nos
movemos por las naves, caminamos extasiados, memorizamos, sentimos.
A la derecha de la cabecera, la
capilla de Santa Fina y la decoración de Ghirlandaio. Este fue su primer gran
encargo que se conserva de quien fue maestro de Miguel Ángel. El techo es un
cielo estrellado. Los arcos alternan el mármol blanco y negro, un efecto que se
repite en otros lugares.
Creo que nos hubiéramos ganado
una copa de vino blanco Vernaccia, que tanto gustaba a los nobles, clérigos,
papas y santos.
0 comments:
Publicar un comentario