La siguiente plaza es la del Duomo,
con la Colegiata, sencilla obra del románico con un tesoro en su interior.
-El Papa Eugenio III la consagró
en 1.148. Una bula papal de 1.182 le concedía diversos privilegios.
A su lado, el palazzo Communale coronado por su
esbelta torre, que hasta finales del siglo XIV fue utilizada como prisión.
Quizá el espíritu errante de algún desafortunado condenado injustamente
corretea por sus muros. En el interior del palacio encontrarás frescos y obras
de varios pintores y una sala donde Dante se reunió con el Consejo para que
apoyaran la causa del Papa y de Florencia.
Frente a la Colegiata está el palazzo Vecchio del Podestà que fue
ayuntamiento hasta que se construyó el nuevo. Después fue utilizado para
hospedar a los personajes importantes que visitaban la comuna.
Una plaza más allá: piazza delle Erbe. Un nuevo espacio,
todo un lujo en el apiñamiento medieval. Rodeamos la Colegiata y vamos
callejeando hacia arriba, hacia la Rocca di Montestaffoli, que fue castillo lombardo
y convento dominico. Aquí construyeron los florentinos una fortaleza en 1.353,
cuando la ciudad se arrojó en brazos de la potencia devoradora toscana tras el
desastre de la Peste Negra de 1.348. En junio tiene lugar en este lugar el
torneo “La Giostra dei Bastoni”.
Regresamos a vía San Mateo, la
prolongación de San Giovanni hacia la otra puerta en las murallas. El tramo es
igualmente atractivo y relajante. Buscamos casa donde nos gustaría quedarnos
una temporada y la oferta es inmensa.
La prosperidad de los siglos XII
y XIII se debió a la excelente ubicación en la vía Francigena, la ruta de
peregrinación que unía Canterbury, en Inglaterra, con Roma. Era una parada
obligatoria para los peregrinos. En San Gimignano descansaban, se
aprovisionaban y disfrutaban de las bellezas del burgo. Nosotros haremos lo
propio.
Otro de los atractivos es Sant’
Agostino, de 1.298, con un interior rococó y unos frescos en el coro de Benozzo
Gozzoli sobre la vida del santo. Tendremos oportunidad de ver otras obras de
este importante pintor. En Pisa trabajó en los frescos del cementerio
monumental. Nuevamente extramuros, el paisaje es muy hermoso. Bucólico y algo
más.
No volvemos por la misma calle
para explorar las laterales y continuar hasta la casa de Santa Fina, santa
local que nació en 1.238 y murió joven, en 1.253. Muy cerca, el museo Arqueológico
conserva algunas piezas interesantes.
Las altas torres aparecen en
contrapicado. Las casas que las rodean son sencillas y cubiertas de tejas. Los
propietarios son unos privilegiados. Aun gozarán de la paz cuando las hordas de
turistas tomen el pueblo.
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