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Por el corazón de la vía Francigena 6 (2014). San Gimignano II.


 

En algún lugar hemos leído que via San Giovanni es la quinta avenida medieval. Desde luego, es la calle principal que une las murallas con el centro. Recta no es, tampoco plana. Se ofrece una de las trece torres supervivientes. Llegó a tener más de setenta. Se ha especulado sobre su uso. El orgullo y la defensa son evidentes pero también se dice que se utilizaron para el secado de las largas telas que se teñían con azafrán y que fueron una de sus fuentes de riqueza. La otra fue el préstamo de dinero. Serían como eternos estandartes balanceados con el viento. Una imagen que se apodera de nuestra imaginación.

Las casas, de tres alturas, son de piedra en la base y de ladrillo en la parte superior. Sus ojillos son ventanas con fraileras de madera. Otras, más elegantes, son arcos góticos divididos por finas columnas, de una gran elegancia. Muchas están rematadas por almenas preparadas para las luchas. Se alternan tiendas gourmet con restaurantes y hoteles. Uno goza de una terraza panorámica con unas vistas fabulosas. Será una obviedad pero me recuerda a Pedraza.

-Lo que es increíble es que las calles estén casi vacías. El pueblo suele estar siempre abarrotado.

-El viernes es aun día tranquilo. Si mañana el buen tiempo perdura esto estará mucho más ajetreado e incómodo.

Las callejuelas laterales invitan a abandonar la ruta principal con sus juegos de luz y sombra, su penumbra misteriosa, su conjunto armónico. No nos dejamos seducir.



Los Montescos y los Capuletos de San Gimignano se llamaron Salvucci y Ardinghelli, los primeros gibelinos o imperiales y los segundos güelfos o papales. Su odio y sus disputas emponzoñaron la ciudad aunque sirvió para dejar un rastro de palacios que incumplieron las ordenanzas que impedían que una torre excediera la altura de la del palacio del Podestà, la torre Grossa.

Hemos alcanzado la piazza della Cisterna, denominada así por el hermoso pozo que adorna el centro. También se llamó de las tabernas, por ocuparla éstas en el pasado, y del olmo, por uno de estos árboles que la ocupara con singular espacio. Está rodeada de palacios medievales de fornida piedra. Uno de ellos es el palazzo Lupi, coronado por la torre del Diablo. Dicen que al regresar su dueño de un largo viaje quedó asombrado de la inexplicablemente alta torre que había crecido en su ausencia y que achacó a la intervención del diablo. Las obras inexplicables de la antigüedad se atribuían al diablo, que normalmente pactaba la entrega del alma como contraprestación de sus servicios y al que siempre se le engañaba con algún imaginativo ardid.

Rivalidad, vanidad, riqueza, fuerzas del mal, arte y leyendas se concentran en ese espacio. Hasta una sucursal de Montepaschi Siena.

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