Todo pueblo de la Toscana que se
precie, y que quiera beneficiarse de los flujos de dinero del turismo, debe de
disponer de unos, llamémoslos así, servicios mínimos para ser homologado.
El primero es un Duomo, que
traduciremos como catedral, aunque entran dudas sobre la existencia de tantos
obispos en la zona que dispusieran de tantas cátedras donde aposentar sus
reales. Esta iglesia mayor suele ir acompañada de otras también interesantes,
aunque no tan ricas. El interior está indefectiblemente decorado con frescos de
algún pintor de la escuela sienesa o florentina cuya biografía es escasa.
Figuras ilustrísimas con una mano bendecida por el Espíritu Santo.
Siguiendo en el ámbito
religioso, una parte de las esculturas originales de las fachadas de las
iglesias, tallas y cuadros han sido trasladados a un museo de arte sacro. La
pinacoteca local es opcional.
La plaza mayor, de estructura
irregular, está presidida por el palacio municipal, palazzo Communale, del Podestà o como hayan tenido a bien
denominarle. La sede municipal es el exponente de la pujanza de las ciudades
libres entre los siglos XII y XIII. El palacio lo corona una alta torre, orgullosa,
estilizada, la atalaya definitiva. El interior del palacio está también
ricamente decorado con frescos de temática más mundana. Algunos mantienen
parcialmente su actividad administrativa aunque son mayoritariamente museos.
Más entradas a pagar por el viajero.
Buenos restaurantes con
deliciosos manjares e interiores con encanto no pueden faltar. El buen vino de
la campiña circundante está garantizado. El arte se debe completar con una
buena comida, buen antipasto a base
de fiambres locales, jugosas carnes, poco pescado. El emplazamiento en
edificios históricos asegura que éstos no se vendrán abajo.
Las murallas son
imprescindibles, que esta zona conflictiva de luchas entre familias o entre commune y facciones a favor del Papa o
del Emperador necesitaba de sus defensas. Se han respetado bastante. Como los
vestigios de antiguas torres donde los burgueses y comerciantes organizaban en
vertical sus orgullos en trazados sinuosos propios del medievo. Sólo una
pequeña parte de esas torres ha sobrevivido: disfrútalas.
Mejor que el pueblo esté en lo
alto de una colina, meseta o altozano: las vistas serán más alucinantes. Bate
el viento con moderada violencia.
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