Medir los tiempos es esencial
para no griparse y mantener el placer del viaje. Amortiguar el cansancio con
una parada, sentarse a tomar una cerveza, compartir un pitillo, aunque sea
Carlos el único que fuma, reponer líquidos y sales con una Coca-Cola y unas
patatas fritas o desconectar del arte para introducir una conversación
intrascendente, son formas de relajar la mañana. Las diferentes perspectivas
son enriquecedoras y salvadoras de la convivencia.
Carlos es de subir torres, yo de
visitar iglesias, él es de desviarse moderadamente, a mí me cuesta mantener el
rumbo, él abarca moderadamente, racionalmente, y combate mis planteamientos
desenfrenados e ilógicos. Salva mis piernas más que las suyas, que aún son
jóvenes. Nos compenetramos bien después de haber viajado por cuatro
continentes. Australia está en lista de espera.
Después de la lluvia de imágenes
desde la torre y de las salas del palacio se impone una breve pausa para
retomar el ambiente de la plaza del Campo. Ya no estamos solos y las imágenes
costumbristas han cambiado. La sombra del palacio ha avanzado y los que desean
sentarse al sol han subido hacia las terrazas. Muchos padres con niños.
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