El poder civil de aquellos buenos
tiempos medievales se encarna en los salones del palacio Público o Communale. La autonomía respecto de
otros poderes le permitió enriquecerse y trasladar su opulencia a los
edificios, a una arquitectura soberbia.
La primera sala, del
Risorgimiento o de Víctor Manuel II, nos descoloca un poco porque sus frescos
ilustran la Unificación Italiana. Es un contraste.
Las siguientes responden al guion
medieval en su arquitectura y sus frescos, que invaden paredes y techos. La
sala de Bailía o de los Priores está decorada con escenas del papa Alejandro
III, obra de Spinello Aretino, y las dieciséis virtudes en la bóveda.
-Rolando Bandinelli, el papa,
era sienés. Tuvo que convivir con el antipapa Víctor IV, nombrado por el
emperador Barbarroja. Cuando éste fue reconocido papa, aquél tuvo que exiliarse
a Francia. La lucha con el emperador marca su pontificado. Confirmó el
privilegio de año jubilar de Santiago de Compostela.
En los frescos su autoridad es
indubitada.
Entre santos y vírgenes destaca
una batalla naval, una lucha encarnizada que aún no ha definido su ganador. Los
escudos con el águila imperial negra sobre fondo amarillo definen un bando.
Escudos rojos controlan sus envites.
Beccafumi decoró la sala del Consistorio
con la alegoría de la Justicia y la decapitación de Cassius. Le volveremos a
encontrar en el suelo de la catedral y en Santa María della Scala. Tras la sala
de los Cardenales, la antecapilla, con dioses y personajes romanos de Taddeo di
Bartolo, y la capilla, con una soberbia sillería taraceada y una sagrada
familia de Il Sodoma, contemporáneo de Beccafumi.
La luz penetra con fuerza en la
sala del Mapamundi, amplia, despejada de muebles y con unos bancos donde
reciben explicaciones un grupo de turistas y, después, un grupo de niños.
Aquellos prestarán más atención que éstos, lo que es lógico.
El mapamundi que daba nombre a
la sala era de Ambrosio Lorenzetti, otro gran pintor sienés bien representado
en la ciudad. La obra pereció, pero permaneció la denominación. Aquí se
enfrentan dos frescos emblemáticos. El primero es la Majestad de Simone
Martini, de 1315, la primera obra suya bien documentada. La Virgen, en
majestad, una representación muy habitual en aquella época, está rodeada de
santos.
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