La catedral asoma sobre los
edificios más modestos. Frente al palacio Público, el palacio Sansedoni con su
torre, en otro tiempo más alta, el Chigi-Zondadari, las fachadas de ladrillo
bañadas por el sol.
La fuente Gaia era el destino
del agua transportada por un acueducto desde 25 kilómetros. La alegría de los
actos que acompañaron su inauguración le dio nombre. Los paneles originales del
importante escultor local Jacopo della Quercia se encuentran en el hospital de la
Scala. Agrupa al mayor número de turistas, que aprovechan el sol tranquilo del
invierno.
-Los paneles muestran a Adán, la
Sabiduría, la Esperanza, la Fuerza, la Prudencia, la Virgen con el niño, la Justicia,
la Caridad, la Templanza, la Fe, dos ángeles y la expulsión de Adán y Eva.
Carlos tiene espíritu escalador
y no puede dejar de subir a la torre más alta. Ayer se tomó un respiro. Se ha propuesto
entrenarme y que baje esos kilos de más que me impiden estar en forma. Nos
rascamos el bolsillo: ocho euros por cabeza. Compramos las entradas combinadas
para el palacio y otros monumentos. Una pequeña fortuna.
La torre del Mangia, del
Tragón, por el apodo de su primer campanero, se eleva a 102 metros. La escalera
es estrecha. Han limitado el número de sufridores afortunados a treinta, con lo
que mejor subir antes de que lo intenten los grupos y con el frescor de la
mañana. Toma ritmo, acompasa la respiración y para cuando lo digan las piernas.
El Mangia se comió el ascensor.
El premio es la mejor vista de
la ciudad, una ciudad uniforme, medieval, que se extiende a nuestros pies. La
brisa nos da aliento.
Aquella iglesia es San
Francisco, con el oratorio de San Bernardino, el otro santo local, a sus pies;
entre la iglesia y las colinas, el verdor del campo. La catedral y su espigado campanile están al alcance de la mano; más
tejados de alturas diversas hasta ella. Al sudoeste asoma un campanario, se
acaba la ciudad, reptan las calles. Otro complejo eclesiástico hacia el sur:
anuncian los puntos cardinales, son las referencias necesarias. Se abre un
valle verde, inhabitado, boscoso. Allí, San Jorge. Buscamos nuestra cotidiana
calle. Un poco de bruma. Algunas iglesias no las adivinamos ni con el plano. Se
intuye el trazado de las murallas. La sombra de la torre se apoya en el Campo.
Descendemos.
0 comments:
Publicar un comentario