Días antes de la carrera, en
verano, con el calor que obliga a salir a la calle a compartir la alegría, los vecinos
se reúnen en torno a una gran mesa en comidas de confraternización. Especulan
sobre la posibilidad del triunfo, recuerdan momentos memorables, corre el vino,
la música ayuda a la unión, comparten los alimentos.
Unos colores, un animal (tan exótico
como un rinoceronte, una jirafa o un elefante, tan habitual como una lechuza o
una oruga), un santo, un oratorio, un barrio. Cada contrade muestra sus señas de identidad en torno a las que se
aglutina un colectivo que vive la fiesta con absoluta entrega. Pervive el
espíritu de los gremios, el sentimiento de grupo, la sana competencia. Dicen
que el Palio fue la forma de canalizar las disputas entre familias y facciones,
que desangraron las ciudades de la Toscana, hacia una competición alegre.
Los caballos y los jinetes son
bendecidos. La carrera es a mayor gloria de la Virgen, que reina en el
estandarte que será entregado al vencedor. Viven con fervor los rituales, rezan
en la capilla por la victoria, por el honor del minuto y medio más intenso del
año. Dos veces al año: el 2 de julio y el 16 de agosto.
Los cortejos toman las calles
con sus vistosos ropajes. Los abanderados se esfuerzan por trazar las
filigranas más espectaculares. Arrancan los aplausos, los vítores van
calentando el ambiente.
Los más privilegiados ocupan los
balcones, las gradas, los lugares que permiten una buena visión. El resto,
invaden el centro de la plaza y esperan horas al sol hasta que empieza la
carrera.
Se sitúan los caballos,
impacientes por salir. Se mezclan los colores y los emblemas, ruge el público,
unos se santiguan, otros gritan al representante de su parroquia.
...¡Y se da la salida!
Toma la cabeza el águila
imperial por muy poco sobre la pantera y el delfín, la tortuga remonta
posiciones, toman la primera curva, la selva se rezaga al haberla cerrado sus
oponentes, trastabilla el dragón aunque su hábil jinete se mantiene, nueva
curva, alternancia de posiciones, un mal gesto y las increpaciones del público
al representante de la torre, no hay espacio para adelantar, curva, el hocico
de uno de los animales gana una ligera ventaja, atrás la lucha es feroz,
primera vuelta completada, si siguen así va a ser una carrera de récord, el
verde y amarillo ataca con furia y gana dos posiciones, la oruga parece descartada
pero no adelantemos acontecimientos, curva, aprietan las piernas, animan a la
montura, guardan la posición, curva, se cierra el acceso al unicornio, que parecía perdido, la
lucha se centra entre la jirafa y el puercoespín, segunda vuelta completada, ya
no se puede fallar, la tortuga avanza con ímpetu, curva, el dragón no se da por
vencido, curva, se produce el último sprint y ¡gana!...
No importa quién sea el
vencedor: la fiesta es de todos.
Caminamos hasta el centro de la
plaza. Mentalmente, entregamos el premio.
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