De catedral campana
grave, triste y sonora,
cuando al rayar del día
tocando el alba suenas,
en marco silencioso
doblando melancólica,
esas tus campanadas
no sé qué despertares me
recuerdan.
Follas
novas. Rosalía de Castro.
Puedes dejar que el viaje pase y
que no afecte en nada tu vida anterior. El viaje atraviesa tu ajetreada vida
rápidamente y regresas a la seguridad de tu hogar siendo el mismo, retomando tu
vida en el mismo lugar y con las mismas circunstancias que antes de su inicio.
Entre el pasado y el futuro no se habrán desbordado varios días sino un tenue
suspiro vaporoso sin ningún poder transformador. Para eso, mejor quedarse en
casa sin maltratar los pies y el cuerpo. Para eso, mejor contemplar el paisaje
en una postal, en una foto de un amigo o en internet, en un documental o en
cualquier otro medio que no te obligue a salir del confort de casa. Rompo mi
aislamiento porque el Camino siembre una variación imposible de conseguir por
ningún otro medio.
Al recorrer un camino por
primera vez tenemos la sensación de que es más largo de lo que verdaderamente
es. Si, además, cambias el medio de transporte, mucho más.
Nos despertamos con tiempo
suficiente para prepararnos con calma y por si hubiera cualquier eventualidad
que nos retrasara. Para evitar sorpresas, decidimos tomar un taxi. La parada, a
pocos metros del hotel, estaba repleta de ellos. En pocos minutos nos dejó en
la estación de autobuses. Era un lugar bastante impersonal y
desacostumbradamente vacío Estaba claro que la pandemia había recortado los
desplazamientos.
La mayoría de las ventanillas permanecían
vacías. En una de ellas preguntamos y nos redirigieron a otra en que nos
confirmaron los detalles. El billete se pagaba directamente al conductor.
Entramos en la cafetería y desayunamos un café y un bollo. Alargamos nuestra
estancia hasta que fuimos conscientes de que había otros usuarios que
necesitaban nuestra mesa. No se permitía el servicio en barra y se animaba la
afluencia de viajeros.
0 comments:
Publicar un comentario