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Dos peregrinos en tiempo de pandemia 72 (Camino Inglés). Purificación material y comida.

 


Ninguno de los dos hizo amago de abandonar la plaza, pero se hacía tarde, aún estábamos mojados y necesitábamos comer algo que se antojaba complicado por la cantidad de gente que pululaba por las calles de la ciudad. Nos lanzamos a buen ritmo, atravesamos el casco antiguo y en diez minutos estábamos en el hotel Lux.

Bienaventurados los que reciben su equipaje porque podrán cambiarse. Bienaventurados los que hicieron una reserva porque podrán disfrutar de una tonificante ducha. Limpios y con nuestras mejores galas salimos en busca del restaurante que saciara nuestra más inmediata necesidad.

Aunque he visitado muchas veces Santiago, no sabría dar buenos consejos de restaurantes. Tampoco en ese momento mi cabeza estaba para esas reflexiones. En general, había comido cerca de donde impartía las clases o realizaba mi trabajo. Por la noche, salía de cañas y tapas. Conocía las zonas, pero me daba miedo que todo estuviera petado de gente. Como si nos leyera el pensamiento, mi amiga Nines nos facilitó dos referencias en el mercado de Abastos: Lume y 2.0. Hacia allí nos dirigimos.



El primero estaba irremisiblemente lleno y sin esperanza de un hueco. En el segundo, 2.0, nos colocaron en un rinconcito en la terraza tras esperar un instante.

-¿Tenéis hambre?- preguntó un camarero con coleta y fuerte acento francés.

Nuestra respuesta fue positiva y aceptamos la propuesta de un menú de degustación que incluía todo lo que queríamos pedir y algo más: navajas, tartar de atún, jurel, una reinterpretación de la empanada gallega y otras delicias que penetraron en nuestro cuerpo empapadas de abundante cerveza. A estas alturas huelga decir la marca.

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